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Columna
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Camps y la dignidad de las instituciones

Mientras Mariano Rajoy y su fichaje estrella, Pizarro, han repetido hasta la saciedad que primero están las obras y las necesidades de Aragón y luego se verá qué se hace con los sobrantes del Ebro, si los hay, el presidente Camps ha afirmado que las obras del trasvase a la Comunidad Valenciana se harán de forma simultánea a las del Pacto del Agua de Aragón. Esta afirmación no se ha hecho en un mitin, con la boca caliente por un arrebato de entusiasmo, sino en la tribuna de las Cortes Valencianas, desde la frialdad y el control sobre lo que se dice. Se ha hecho, además, sabiendo, como sabe cualquiera que acceda al punto 1.173 del Programa Electoral del PP, que éste solo asume como compromiso y "objetivo realizable", por lo visto los demás no lo son, el de ejecutar las obras del Pacto del Agua en Aragón. Por si hubiera dudas, el programa pone, negro sobre blanco, lo siguiente: "Completaremos, con carácter previo a otras actuaciones, las inversiones en infraestructuras que se detallaron en el Pacto del Agua de Aragón". Es evidente, pues, que Camps ha mentido en sede parlamentaria y que lo ha hecho de manera consciente. Que el presidente de la Generalitat mienta, de forma tan ostensible y con esa ligereza, en las Cortes, no me parece un hecho irrelevante.

¿Por qué lo ha hecho? Sin duda acuciado por la necesidad de decir algo que pueda tapar la estrepitosa derrota que su estrategia de los últimos años (¡el trasvase y solo el trasvase!) ha cosechado de manos de su propio partido y de su líder nacional, Rajoy, al no incluir este trasvase en su Programa Electoral, mientras que sí se incluye, por tres veces, el Pacto del Agua de Aragón cuyas obras, en el mejor de los casos, terminarán en diciembre de 2014. Ahora bien, ¿es razonable mancillar el honor de la institución que encarna para salir del paso, de forma apresurada, de una situación incómoda? He sostenido, en ese debate en las Cortes, que para Camps la cuestión del agua no es un problema a resolver sino una bandera a esgrimir frente al adversario socialista. Ya se sabe que, en batalla, perder la bandera supone un golpe moral significativo, que tiene trascendencia para las tropas propias y para las del adversario.

La deducción de Camps ha sido esa. Instalado, como está, en el día a día y sin más horizonte que el del 9 de marzo, le ha parecido esencial mantener la bandera del trasvase del Ebro a cualquier precio. Mantengamos la ficción que ya queda poco, luego ya veremos cómo salir del embrollo, debe decirse. Total, si sacamos un buen resultado el 9 no harán falta explicaciones. Se trataría de tirar de la doctrina Fabra y decir lo de siempre: "Los electores han avalado todo lo que hemos hecho".

La cuestión es que esta actitud se parece, sospechosamente, a la que mantuvo el PP en los días previos a las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, tras el atentado del día 11. No parece que les diera buen resultado entonces y no veo por qué ha de ser diferente ahora. La gente lleva mal eso de que le tomen el pelo, de que le intenten manipular de forma tan simple. El trasvase del Ebro no se va a hacer, gane quien gane en España, al menos en esta próxima legislatura. Eso la gente lo sabe y la gente sabe que Camps también lo sabe, aunque se esfuerce en tratar de convencerles de lo contrario.

El problema que tiene Camps es que, pasado el 9 de marzo, le quedan tres años de legislatura y algo concreto tendrá que decir sobre el problema del agua, gane quien gane ese día. Y lo que resulta evidente es que en ningún caso le va a poder poner fecha al inicio de las obras del trasvase del Ebro. Eso es lo que no ha medido. Obcecado por mantener viva la guerra del agua, que tantos réditos le ha dado, se ha embarcado en una huida hacia el abismo. Mantener en la fe de la causa a algunos incautos, hasta el próximo día 9, le debe costar una buena factura en términos de credibilidad. Tarde o temprano, los ciudadanos le harán pagar tanta manipulación y tanta mentira aunque, por ahora, él siga creyendo que nos puede hacer comulgar con ruedas de molino sin consecuencias.

Ángel Luna González es Síndic-Portavoz del Grupo Socialista en las Cortes Valencianas.

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