"Que caiga el peso de la ley como una losa"
La Guardia Civil esclarece en 12 días el asesinato que conmocionó a Chiclana
A Dolores Amaya la mataron el Día de los Enamorados. Su última llamada fue a su novio. Fue para decirle que le ayudara, que alguien la había apuñalado cuando iba a cerrar la colchonería en la que trabajaba. La chica, de 25 años, murió minutos después de colgar el teléfono. Algunas personas trataron de socorrerla y vieron huir a un hombre con la cara tapada y ropa deportiva oscura, los únicos datos que la Guardia Civil tuvo durante días para intentar localizar al asesino.
El ladrón se llevó la vida de la chica pero no consiguió dinero. El lugar elegido, una colchonería poco transitada y donde se movía poco dinero, hicieron pensar que se trataba de un atraco improvisado por parte de algún delincuente habitual. Los investigadores relacionaron este incidente con un robo producido escasas horas antes en otra tienda cercana. Entonces el asaltante iba con la cara cubierta pero la víctima no pudo identificar al autor entre las fichas policiales.
El crimen de Dolores Amaya había generado en Chiclana (Cádiz, 74.261 habitantes) una profunda conmoción. Se unió a una desgraciada sucesión de robos con fuerza, hasta 150, en apenas un mes. La sensación de inseguridad se apoderó de la ciudad, donde se llegaron a convocar dos manifestaciones. El propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ordenó incrementar los efectivos para esclarecer el caso. Llegaron unidades especiales, expertos en la detección de huellas y la mayoría de agentes de la Guardia Civil recibió orden de patrullar las calles. Para que se les viese.
El pasado viernes se consiguió la pista definitiva. La dependienta de la tienda atracada horas antes que la colchonería creyó ver a su asaltante y avisó a la Guardia Civil. Los agentes lo detuvieron ese mismo día. Era Juan Manuel Jiménez Sánchez, de 24 años y natural de Chiclana. Pasó la noche muy alterado en el calabozo. Vociferaba y se daba golpes contra las paredes con tal fuerza que tuvo que ser llevado al médico. No era la primera vez que estaba en una celda. Con un largo historial delictivo, hace años había prendido fuego a ese calabozo en uno de sus arrestos.
Al día siguiente la Guardia Civil consiguió permiso judicial para registrar su casa. Allí se consiguieron prendas similares a las descritas por los testigos, que podrían tener restos de sangre de la víctima. El detenido confesó por la tarde. Se reconoció autor del crimen y explicó que había arrojado el arma al río, donde los buzos la encontraron al día siguiente.
El autor confeso del crimen relató ayer ante el juez que ese día se tomó seis cervezas con tranquilizantes, que no recuerda cómo le clavó el cuchillo a Dolores y que no ha podido olvidar sus gritos. La escucha todavía pidiendo auxilio. Dijo que se había dado cuenta de que la había matado al ver al día siguiente la colchonería llena de velas y flores. También contó que escuchó la voz de Dios diciéndole que tirara el cuchillo, que conservó varios días en casa.
El juez ordenó ayer su ingreso en prisión sin fianza. Se lo pidió su abogado defensor, un letrado de oficio, quien ha reclamado, con todo, un examen psiquiátrico. También la Fiscalía que ve en este crimen un homicidio al que se suman los dos robos. El abogado de la familia, José Luis Ortiz, reclamará, a petición de sus clientes, la pena máxima por asesinato con ensañamiento y los dos robos. 25 años de cárcel. El suegro de Dolores, Eladio Martínez, lo resume así: "Que el peso de la ley le caiga como una losa".
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