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Columna
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'No és el mateix', o el sentido de un eslogan

A qué punto de confusión no habremos llegado que los socialistas han creído necesario proclamar que no es lo mismo -"no és el mateix", como reza un eslogan electoral- votar a unos que a otros, al PSOE que al PP, que todavía hay diferencias entre el huevo y la castaña, aunque en no pocos capítulos y ocasiones haya que hacer ejercicios de comprensión para percibirlas. En realidad, de no ser por el eventual revuelo de sotanas y la sañuda belicosidad que algunos medios de comunicación le profesan al Gobierno de Rodríguez Zapatero, y especialmente al presidente, los dos grandes partidos se inscriben en ese gran bloque de falso consenso descrito como centro, su hábitat ideal y también el de las almas de cántaro, esos cardúmenes de votos insípidos y dubitativos que acaban a menudo determinando el color de las elecciones.

Las huestes de Camps no han dejado un solo día de hacer campaña
Hace muchos años que el código ético del PP es papel mojado

Hemos de suponer que el mensaje va destinado a estos votantes con bandera de conveniencia y proclividades progresistas tanto como a la tropa innumerable de izquierdistas desencantados por tanta derrota y broncas padecidas en el País Valenciano por motivos y pecados -todo hay que decirlo- estrictamente endógenos de los partidos. Para todos ellos es una llamada a rebato con un sutil recordatorio del acervo programático e ideológico más o menos compartido. Es una respuesta, asimismo, al prieta las filas decretado en el magma conservador, donde las huestes de Francisco Camps no han dejado un solo día de hacer campaña por estos pagos desde que emprendieron la legislatura en curso. Da la impresión de que al molt honorable le va la cabeza en el lance, y bien pudiera serlo si las urnas segasen el próximo 9 de marzo la hegemonía del PP en este marco autonómico.

Por fortuna para la izquierda, el PP y sus corifeos mediáticos han corrido con el trabajo sucio de calentar la confrontación como partido aspirante a ocupar Moncloa. Han desempeñado con afición y oficio el papel de crispadores, consiguiendo radicalizar las opciones políticas. No solo han movilizado y fijado así el voto fiel de unos y otros, sino que también han motivado a buena parte del indeciso, que seguramente acabará por decantarse mañana mismo después del debate entre ZP y Mariano Rajoy. De momento queda claro que quien no tenga el riñón forrado ya sabe que le espera poco menos que la intemperie social con ministros de economía "in pectore" como Manuel Pizarro, el apabullante y opulento número dos popular y su contundente apuesta por la privatización de los servicios y el desarme del Estado, de acuerdo con la muy acreditada -y despiadada- escuela economista de Chicago. Tal es el corolario de su cara a cara televisado con el vicepresidente Pedro Solbes.

Diferencia ésta muy notable y aún decisiva. Pero no única entre las que de manera implícita se aluden en el eslogan transcrito más arriba. Porque resulta evidente que derecha e izquierda no comparten la misma noción de moral pública, en el ámbito valenciano al menos. Por más que le pese a los populares y aun a riesgo de que el alcalde de Torrevieja, Pedro Hernández Mateo, nos mente a la madre, resulta notorio que su partido se ha tachonado de corruptos y corruptelas que no desdicen tanto de los implicados y sospechosos -chorizos más o menos encumbrados, pero chorizos al fin- como de los gestores partidarios que han encubierto o transigido con el desmán. Hace muchos años que el código ético del PP es papel mojado y sería un triste indicio que no se sancionase en las urnas esta quiebra del Gobierno autonómico.

No es lo mismo, exclaman los candidatos socialistas valencianos, y estamos prestos a creerles especialmente en algunas parcelas que a buen seguro rectificarán si está en su mano. Como es el caso de la radio y televisión pública autonómica. Padecen en sus carnes la marginación a que les somete un ente, RTVV, que ellos fundaron y administraron arbitrariamente mientras gobernaron. Sentaron el precedente de un despojo que el PP se ha limitado a acentuar con más descaro si cabía. En estos momentos es una parcela que miles de valencianos reivindican cívicamente y que los conservadores nunca liberalizarán porque están democráticamente muy verdes para acomodarse a la información y la crítica sin trabas institucionales. Es probable que esta expectativa de cambio no justifique que se les vote "con todas las fuerzas", como piden, pero sí que se les vote a secas para frenar a la caverna.

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