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Columna
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Luces y sombras

En el edificio de la calle Cabriel, 27, en la barriada malagueña de Palma-Palmilla, se fue la luz hace un año. Lo conté hace 360 días en esta misma columna. Un incendio calcinó los contadores por la sobrecarga de enganches ilegales y los vecinos pasaron de una sombría existencia a la oscuridad total. Puede parecer increíble, pero la luz todavía no ha vuelto. Allí siguen en medio de la negrura un grupo de vecinos pertrechados en sus viviendas para que nadie se las quite. Otros, instalados en ellas porque no tienen otro sitio mejor. Y unos cuantos más, ocupando unos inmuebles a los que han accedido sin tener que darle una patada a la puerta. No había puerta. Como tampoco hay ascensor, ni marcos en algunas ventanas ni pintura en la fachada. Transcurrido un año ya no están todos los que eran. Algunos abandonaron los pisos y buscaron un alquiler. Otros, el auxilio de un familiar.

La resistencia no está siendo fácil. Han coincidido dos ausencias notables: la falta de electricidad y la falta de soluciones. Y es difícil de aventurar cuál de ellas está siendo peor. En doce meses ni ha llegado la luz a este inmueble ni se les ha encendido la bombilla a las autoridades que deben solucionar el problema. Aún reconociendo que la situación no es fácil de solventar, resulta increíble la demora. El edificio es una ruina desde el primer al último escalón. Del medio centenar de viviendas, apenas media docena fueron adquiridas por sus propietarios cuando la Junta las adjudicó con opción a compra. Transcurrido un año de búsqueda de soluciones, sigue sin resolverse el problema original: nadie sabe oficialmente quién ocupa las casas. La mayoría están realquiladas de forma irregular y bajo el control de una misma persona.

El inmueble es propiedad de la Junta, pero la rehabilitación competencia del ayuntamiento de Málaga, merced al convenio que firmaron ambas instituciones para repartirse las barriadas donde debían de actuar de forma conjunta. El consistorio, al igual que con otros edificios, requiere a los vecinos que se constituyan en comunidad y aporten un 10% del coste de las mejoras para acometer las obras. Y en ello se está. Pero se está desde hace un año. Desconozco a estas alturas si el consistorio, transcurrido este tiempo, ha mejorada su oferta inicial para solucionar el problema, que fue ofrecerles una linterna a cada familia. También desconozco si la Junta, que anuncio la posible expropiación del edificio, tiene o no solución definitiva. Lo único que se sabe es que se han iniciado las obras para reponer la instalación eléctrica, con la esperanza de que un día se haga la luz en el edificio.

El horizonte no es muy alentador. El gueto con mayúsculas en Málaga está en la barriada de Los Asperones, cuyo desmantelamiento se confirma un año si y el otro también. Así llevamos varias décadas. Se ha conocido, a la largo de la historia local, una docena de planes de rehabilitación integral de la barriada, otros tantos planes de choque y unos cuantos más de limpieza. Todos con el mismo éxito, la inmutabilidad de las infraviviendas con sus moradores dentro. Allí siguen, en un asentamiento provisional de casas prefabricadas que el tiempo y la miseria las ha convertido en definitivas. El otro día varios representantes de la Junta se reunieron con familias de este asentamiento para propiciar su salida del barrio. El Ayuntamiento de Málaga, que colabora en el plan, mostró su malestar porque no fue avisado. Veremos si éste no es el inicio de un nuevo desencuentro apenas unos meses después del encuentro. Mientras, seguimos en la precampaña electoral del quién da más. Con rebajas de impuestos y talonarios de cheques regalos. Una campaña con sus sombras y sus muy pocas luces. Ninguna, todavía, en el edificio de calle Cabriel.

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