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Reportaje:

Adiós a la jugadora que cambió el tenis

Seles, ganadora de nueve 'grandes', se retira tras cuatro años de vueltas fallidas

El 30 de abril de 1993, Monica Seles inició un viaje al infierno y decidió que nunca más volvería a mirarse la espalda en un espejo. Jugaba en Hamburgo contra Magdalena Maleeva. Llegó al partido precedida por el aura que acompaña a las campeonas de época, convertida en la tenista que había destronado a la alemana Steffi Graf y tras haber ganado ocho torneos del Grand Slam. Un loco en paro, Günter Parche, el mismo que enviaba flores y dinero a la multimillonaria Graff cada cumpleaños, decidió que la presencia de la ex número uno en suelo alemán era una ofensa al orgullo patrio. Cogió un cuchillo. Lo clavó en la espalda de la tenista. Y cercenó para siempre la carrera de Seles, que tardó dos años en recuperarse, volvió para ganar su noveno torneo grande y, aun así, nunca volvió a ser la misma. Nunca, reconoció, volvió a mirarse a la espalda. Y nunca, coinciden los técnicos, volvió a ser "la jugadora que cambió el tenis".

"Ha aportado muchas cosas. Le va a faltar a mucha gente", dice Henin

Esta semana, tras más de cuatro años de mimar sus tobillos sin competir, tras más de cuatro años intentando volver sin conseguirlo, ya reconvertida en presentadora de galas y cara de anuncios, Seles ha dicho que se retira. "He decidido pasar página", sentenció a sus 34 años.

"Seles", analiza Miguel Margets, seleccionador de la Copa Federación, "cambió el concepto de juego en el tenis femenino". "Aportó muchas cosas por su precocidad, su impacto en el juego, su agresividad y su intensidad. Nunca se había visto algo parecido. Perdurará en la memoria durante años".

Cuando las hermanas Williams irrumpieron en el circuito para imponer su músculo y su tenis de cemento, rindieron tributo a dos tenistas. Martina Navratilova fue la primera mujer que llevó la preparación física hasta el profesionalismo. Y Seles, la primera que impuso la potencia sobre el toque; la primera y única jugadora capaz de triunfar golpeando a dos manos el revés y la derecha, y la primera en romper todas las marcas de precocidad: ganó su primer título en Houston, con 15 años y ante la mítica Chris Evert. Se impuso en Roland Garros a los 16. Y, entre grito y grito, incapaz de reconocerse por televisión, se convirtió en número uno con 17.

"Jugaba muy metida dentro de la pista, tirando desde los dos lados", analiza Margets, que sufrió lo indecible en las semifinales de la Copa Federación de 1998, cuando España recibió a Estados Unidos y vio cómo la yugoslava, nacionalizada estadounidense, ganaba sus dos partidos: "Su aparición cambió todo: ahora se aprieta mucho la bola, se busca siempre la iniciativa desde el resto. Fue una novedad".

Seles, bronce olímpico en Sidney 2000, se va y deja, ya es raro en una mujer que dominó su deporte, títulos, manías y amigas. Creció vigilada estrechamente por Karolj, su padre, que era dibujante de cómics, lo que le hizo sentirse como Tom atacando a Jerry, el personaje que tenía dibujado en su pelota de entrenamiento. Se hizo tenista en la academia de Nick Bollitieri, el hombre que perfeccionó en Seles su única enseñanza, gritada sobre la pista -"give me winners! (¡dame golpes ganadores!)". Se ganó imagen de tenista peculiar volando todos los días de Navidad. Y se marchó haciendo honor a su fama de "mujer de palabra" tras negociar la contratación de un entrenador español en los últimos años de carrera. "Ha aportado muchas cosas", dijo Justine Henin, la número uno, al conocer su adiós; "le va a faltar a mucha gente". Fue el mejor homenaje para la mujer que lo cambió todo.

Monica Seles, durante un partido.
Monica Seles, durante un partido.REUTERS

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