Fantasías electorales
No conozco a nadie a quien le hayan hecho alguna vez una encuesta. Digo más, a mí mismo no me han preguntado nunca lo que opino, bien sea por teléfono o en persona. Esto puede suponer varias cosas: que las encuestas son mentira, que se las hacen siempre a los mismos o que he tenido la mala suerte de verme excluido del mundo de los encuestados. No digo yo que eminentes sociólogos o sesudos directores de empresas de sondeos se inventen los resultados, pero resulta algo extraño. Y cada vez que hablo del tema me pasa lo mismo: nadie ha sido entrevistado jamás. Y eso que he vivido todas las elecciones desde hace 31 años. No creo tampoco que siempre se entreviste a los mismos, pero tampoco es descartable. Puede haber un mundo paralelo, como en Matrix, un lugar donde viven los entrevistadores y los entrevistados, a la espera de que llegue un héroe que los devuelva al mundo real. Porque en contra de lo expresado en la película Match point, yo creo más en el talento que en la suerte, por lo que no me puedo creer que nunca me hayan encuestado ni a mí ni a la gente que conozco.
Y la verdad es que me encantaría poder contarle a una voz amable, al otro lado del teléfono, qué pienso de la política española y de la andaluza, con todos los ingredientes sobre simpatías políticas, recuerdo de voto, quién quiero que gane, quién creo que va a ganar, mi valoración de líderes, mi percepción sobre los principales problemas y todo ese rosario habitual de preguntas que viven en el otro lado del espejo pero que asoman cuando se acercan las elecciones.
Le presto atención a Demoscopia, Metra Seis, Sofemasa, CIS, Instituto Opina, Metroscopia, Euskobarómetro y demás. Sigo con atención la vida de los augures electorales tipo Arriola, Wert, Julián Santamaría, Vallespín, Pérez Yruela, etcétera. No digo que no sean gente inteligente, preparada, formada y cumplidora, si es que de verdad existen. Pero como no tengo la experiencia sensorial de haberme topado nunca con nadie que se dedique a esto, pues he de pensar que forman parte de un teatro de sombras a los que prestamos demasiada atención. Bien es verdad que todo el mundo tiene derecho a vivir, y que hay profesiones insólitas, desde sexador de pollos a analista electoral, aunque tengo entendido que aciertan más los sexadores que los sociólogos, sin demérito de esta digna profesión. ¿Alguien puede creerse de veras las predicciones de las encuestas? Porque se identifican de una manera estrafalaria: "muestras provinciales (no proporcionales) estratificadas por tamaño de municipio. Muestreo polietápico. Selección aleatoria de individuo con cuotas de sexo y edad". O cosas peores como "para un nivel de confianza del 95,5% y en la hipótesis más desfavorable (p=q=50) el margen de error sería de +/- 3,1%" y "entrevistas estratificadas por la intersección hábitat/Comunidad Autónoma". Es imposible darle confianza a quienes nos ofrecen como garantía de confianza una literatura sacada de cualquier aparato electrónico fabricado en Taiwán.
La prensa y los políticos dedican tiempo y dinero al resultado de lo que digan las encuestas. Los expertos han puesto en circulación una jerga del tipo cocina, error muestra , intención directa de voto y otras igual de absurdas como si fueran verdades reveladas. ¿Ya nadie se acuerda que después del referéndum de la reforma estatutaria el 60% de la gente decía haber votado cuando lo había hecho sólo el 30%? Debe ser que nos quedan pocos lugares donde mentir sin consecuencias. Si lo hacemos en la familia nos repudian o se divorcian, si en Hacienda nos sancionan, si en el trabajo nos expedientan, si en un tribunal podemos ir a la cárcel. Caso de existir, los entrevistadores sean los únicos a los que mentir sin consecuencias.
Dicen las encuestas, al parecer, que una mayoría de los andaluces quiere cambio pero se vaticina una mayoría absoluta del PSOE. ¿Estarán mal hechas las encuestas o las preguntas? ¿Existirán las encuestas o es que quien dice representar ese cambio en realidad no lo representa sino que es visto como amortizado (hablo de Arenas, claro)?
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