A pie, con los corsarios
El paseo en una mañana de invierno con el mar como telón de fondo es un bálsamo en esta sociedad moderna. Y si se acude al camino en solitario, siempre con el mar como compañero, la sensación de bienestar aumenta. Y la excursión se convierte en un goce si la ruta al respecto fue uno de los numerosos escenarios de las incursiones de los corsarios que navegaban por el Mediterráneo, allá entre los siglos XIV y XIX. Uno de estos paseos existe en la costa de Tarragona, donde el litoral conserva de forma intacta toda su belleza. Se trata de la Punta de la Mora. Es un paraje único en el que, hoy en día, podemos gozar de una postal en color de otros tiempos, un enclave que 50 años atrás era habitual encontrar en la costa catalana, asfixiada por la presión urbanística. La historia cuenta que la Punta de la Mora estaba destinada también a sucumbir ante la fiebre del ladrillo, pero la antigua propietaria de los terrenos, curiosamente una marquesa, se resistió a las presiones de los especuladores. De esta manera, la naturaleza ganó una batalla que en la actualidad es una de las citas para los paseantes frente al mar.
A pesar de no estar indicada la ruta, el paseo no presenta ninguna dificultad y la orientación es sencilla. Todo el camino se anda al lado de la línea de la costa. El itinerario se inicia en la playa Llarga, una de las últimas zonas sin urbanizar de Tarragona. Este lugar, un inmenso arenal medio salvaje, es ideal para caminar en invierno. Y el resto de las calas, intactas y de una gran belleza, son paraísos frecuentados por los naturistas durante todo el año. En el primer tramo, por la playa Llarga, el caminante aprovechará para darse un buen masaje de arena en los pies. En la segunda etapa, en la cala Fonda, la ruta se convierte en una explosión de colores entre el verde de los pinos y el azul del mar. Un territorio corsario al cien por cien. La playa de Calabecs, conocida como Roca Plana, es otro rincón lleno de encanto. La vegetación llega hasta la misma arena. Perfecto para los piratas. Y al final de la cala, un caminito se interna en el bosque y se enfila hacia la Punta de la Mora.
- La ruta es impracticable en bicicleta.
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