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Columna
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Caníbales con servilleta

Una de las diferencias más grandes entre un gato y una mentira, decía Mark Twain, es que el gato solo tiene nueve vidas. Sin embargo, el alboroto no aclara nada. El jaleo montado en estos cuatro años por el PP en torno al trasvase del Ebro no parece haber aprovechado de mucho. El propio Mark Twain, un buen aficionado a la etología tanto animal como humana, observaba que, a menudo, una gallina, que no ha hecho otra cosa que poner un huevo, cacarea como si hubiera puesto un asteroide. Francisco Camps se ha pasado toda la legislatura exagerando las bondades de un hipotético trasvase del Ebro. Camps ha denostando a los socialistas por no ejecutar un plan hidráulico que llamaba "nacional" a pesar de contar con la oposición absoluta de aragoneses y catalanes. A la vez ha intentando boicotear las desaladoras que el Gobierno está instalando en Alicante. Pero ha bastado que el PP vislumbrara la posibilidad de llegar a la Moncloa para que, ansiando rascar algún escaño en Aragón, Mariano Rajoy renuncie a incluir el trasvase en su programa electoral. El político gallego ha recurrido una vez más el pragmático axioma de que no es un callejón sin salida aquel en el que se puede dar marcha atrás. Manuel Pizarro, el fichaje estrella que José María Aznar le ha colocado de número dos a Rajoy, ha definido esta nueva política hídrica del PP con precisión: "Hablar de un trasvase en el Ebro es hablar de futurismo". El domingo, María Teresa Fernández de la Vega añadía un punto de ironía a una respuesta de manual: "Después de años de mentiras, insultos y confrontar a los españoles, ahora resulta que son ellos los que derogan el trasvase".

El cacareo de Camps no parece haber servido de mucho y, sin embargo, está teniendo costes sociales enormes. El boicoteo a las desaladoras es el más evidente, pero no el más grave. Al final, las plantas de depuración están entrando en funcionamiento. Lo más dramático es cómo desde el PP se ha manipulado sectariamente una necesidad básica. Sin ningún reparo en generar rencores en la sociedad civil. Provocando odios territoriales, mientras se han llenado la boca hablando de la nación española. La manipulación es similar a la que han practicado con el uso partidario del terrorismo a lo largo de toda la legislatura. Ahora, en plena campaña, están apostando por la explotación política del fenómeno migratorio combinado con el catastrofismo económico. Paralelamente, el PP utiliza el poder autonómico para no ejecutar las ayudas del Gobierno de Zapatero previstas en la Ley de Dependencia. O para poner trabas desde la Generalitat a la concesión de las subvenciones del Ministerio de la Vivienda a los jóvenes para el alquiler de pisos. Tal vez, lo que habría que construir es un hospicio para tanta miseria moral.

La actual dirección del PP, y ahí está el asunto Gallardón, sigue la máxima caníbal de que a fin de cuentas un hombre es animal. Es evidente que, al menos en las formas, Rajoy no es Aznar. Pero a la vista de lo que está sucediendo, tal vez no sea del todo impertinente recordar la pregunta que en uno de sus pensamientos despeinados se hacía el escritor polaco Stanislaw Jerzy Lec: "Si un caníbal usa tenedor y cuchillo para comer ¿es un progreso?"

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