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Reportaje:PEKÍN 2008 | Faltan 176 días para los Juegos

Un tallo de hierro

Estefanía Juan, campeona de Europa, luchará en abril por una plaza olímpica de halterofilia

Carlos Arribas

La belleza es el gesto. El crac de la cadera, ágil en la arrancada. La velocidad con la que Estefanía Juan, un pispajo, un tallo de hierro, 32 kilos de músculo, cuatro de huesos, seis y medio de grasa, se mete debajo de las pesas, 50 kilos, los mismos que ella -bajará a 48, su categoría, reduciendo la ingesta de hidratos de carbono, perderá grasas, ganará músculo, la víspera de la prueba-, que se bambolean sobre su cabeza. Sus ojos claros, grandes, mirada introvertida, ausente, concentrada en la repetición mecánica de movimientos. Las manos, tan cuidadas. Las uñas, largas, cortadas a escuadra, esmalte blanco brillante en las puntas, coquetos dibujos. Estiramientos, brazos, arrancadas colgantes... Y la cadera crujiendo, como la de Curro Romero en sus medias verónicas.

A ella se le da mejor el dos tiempos, donde levanta 104 kilos, el doble de su peso

La belleza es la mirada. Los ojos perspicaces tras las gafas de Julián Perea, el viejo maestro, que no pierde detalle. Un hombre irónico, divertido, enamorado. La halterofilia. "Después de mi familia es lo único que me importa", dice. "El gran amor de mi vida". Perea intenta justificarse, da por descontado que nadie en su sano juicio, ajeno a las pesas, al misterioso sex appeal de un deporte que en su nombre lleva la palabra amor -haltera, peso; filia, amor- pueda entender que donde muchos no ven más que fuerza bruta, organismos deformes, paticortos, forzudos de feria, él contempla velocidad, habilidad, flexibilidad, inteligencia, potencia.

Perea fundó en 1961 el club de halterofilia de Alzira, Valencia, la ciudad que Luis Suñer, sus pollos, sus apolos, puso en órbita, y desde entonces se dedica a transmitir su amor a los jóvenes. Perea, su nombre, para que nadie olvide, en grandes letras en la pared del pabellón de halterofilia que se abre entre palmerales y naranjales, ha creado escuela. Por sus manos ha pasado Lorenzo Carrió, el primer español que levantó 200 kilos, olímpico en Atlanta, y su hermana Mónica, y Gema Peris, también olímpicas. Y en sus manos cayó en 1992, con 11 años, Estefanía Juan, que se pasó por el gimnasio aconsejada por su hermano, que hacía pesas. "Voy a traer a mi hermana, verás qué bicho", me dijo; "Y aquí está. Se puede decir que yo la moldeé", dice Perea. "La llevé hasta que ganó el Europeo cadete de 1996. Después se fue a Madrid".

"La segunda parte del jerk, la segunda parte del jerk", se repite Estefanía, mientras resuena la voz de su entrenador -"mi segundo padre"- en valenciano en el pabellón. "Llevo dos años repitiéndomelo", cuenta mientras deja caer las pesas, discos de metal forrados de goma que rebotan con algarabía en la tarima. "No me lo quito de la cabeza. El movimiento que mejor se me da y fui a fallarlo en el momento clave". La segunda parte del jerk, el segundo tiempo de los dos tiempos, la subida de las pesas desde el pecho hasta el cielo, el paso atrás para impulsar, el paso adelante bajo la barra para mantener el peso triunfante arriba. Eran 108 kilos. Era una medalla de bronce o plata en el Mundial de 2006. Era casi la seguridad de una plaza en Pekín. Terminó quinta y, aunque volvió a ser campeona de Europa en 2007, sólo fue séptima en el Mundial de ese año. Pudo mantener su beca de 30.000 euros anuales, pero ahora tendrá que ganarse el hueco olímpico en abril, en el Europeo de Sabbiadoro Lignano, junto a Roma.

"Es una lástima, y eso que yo soy más técnica que fuerte", dice Estefanía, a quien se le da mejor el dos tiempos (104 kilos es su mejor marca), donde es posible corregir errores mientras se recupera el resuello, antes de hinchar el cuello, que la arrancada (85 kilos), pura técnica, donde cualquier mínimo defecto de colocación acaba con las pesas en el suelo, rozando los pies, las delicadas uñas, magnesia blanqueando el ambiente, antes incluso del crac de la cadera, del plegado de las rodillas, del levantamiento hacia el aire, brazos abiertos, espalda doblada inverosímil por la pelvis. "Las que tienen plaza olímpica se saltarán el Europeo y estarán preparando los Juegos, con un solo objetivo. Yo tendré que organizarme dos ciclos de preparación".

Porque si una cosa tiene clara Estefanía Juan es que a Pekín ella va. "Aunque sólo sea por cansancio de los que los hacen", dice. "En Sidney, con 19 años, me quedé fuera por un problema del seleccionador. En Atenas me quedé a una décima. Ya me toca. Allí, con mi marca, entre las ocho primeras, seguro. Y creo que más". Competirá contra asiáticas, sobre todo, chinas, tailandesas y japonesas, las mejores del mundo. "Cuentan con la ventaja de que soy la más alta, así que lo tengo más difícil. Ellas pueden muscular más las piernas, tener más cuádriceps. Y las piernas y las lumbares son las zonas clave. Y tienen los brazos más cortos, con lo que tienen que subir menos las pesas".

Tras unos años en Madrid, la residencia Blume se le hizo insoportable. "Acabé en el psicólogo, agobiada en mi cuarto, una celda. Sólo se hablaba de halterofilia". Y se volvió a Alzira. Con Perea. Alquiló un piso junto al polideportivo y se monta la vida sola. Madura. O no. "A veces pienso que me he quedado en los 14 años", dice. Tiene 26. "Miro a las chicas de mi edad, casadas, con hijos, con responsabilidades, y me parecen mucho mayores que yo. Me siento una niña a su lado".

Antes de practicar, Estefanía, tan menuda, se toma un café en el bar de enfrente. Y allí habla con Julián. De cocina, por ejemplo, de las lentejas que se va a hacer para comer, leyendo La vieja sirena, de Sampedro, mientras el guiso cuece, o del arroz al horno, con caldo de morcillas, su plato favorito. O del único preparado de proteínas que toma, miel con naranja. También comenta las miserias de su deporte. La falta de patrocinadores. De cómo se tiene que pagar hasta las zapatillas de halterofilia. "A 120 euros el par", dice. "Aunque las que uso ahora me las pasó mi compañera Gema Peris: le dieron dos pares cuando participó en los Juegos de Atenas".

Estefanía Juan

- Nació el 18 de agosto de 1981 en Valencia.- Mide 1,59 metros y pesa 50 kilos y levanta hasta 104 en dos tiempos. Cuando llegue la competición tendrá que bajar hasta los 48 kilos.- Campeona europea cadete en 1996 y absoluta en 2007.- Empezó a entrenarse a los 11 años.- Tras vivir en la residencia Blume de Madrid, ha vuelto a Alzira (Valencia) para practicar con el entrenador que la descubrió.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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