Koeman toma aire

Estaba destinado Koeman a volver a Valencia con el cartel de ser el peor entrenador en la historia del club después de una racha espantosa, pero dos jugadas aisladas le sirvieron para olvidar el dudoso honor que le esperaba en caso de derrota. Lejos de la excitación que provoca la Copa, pero con el ánimo recuperado por la clasificación, el Valencia reiteró su aspecto abatido, su pobreza futbolística y sus carencias habituales. Pero ganó y eso es bastante porque ayer los dos equipos se encontraron con un enemigo inesperado: un viento racheado que convertía un centro blandito en un obús.

El Valencia salió al césped como si estuviese castigado a tragarse un mal rato de fútbol cada domingo en una competición que no le va a llevar a ningún sitio. Koeman colaboró a ello con el diseño de su equipo inicial para que todo fuese un poco más feo. Puso la tranca con tres medios apiñados en veinte metros, con un delantero, Villa, abandonado a su destino, y dos extremos desconectados del juego. El corsé táctico que impuso Koeman fue suficiente para que los suyos renunciasen a cualquier iniciativa y cediesen el control, algo que no cuadra con el estilo del Valladolid de equipo peleón, que ejerce la presión con estajanovismo y que tira de las bandas en cuanto tiene ocasión. Ayer esos caminos estaban cerrados porque el rival defendía por amontonamiento y eficacia. El viento terminó de convertir el partido en una sucesión de errores que desquiciaban a cualquiera que intentase poner fútbol donde solo había músculo.

Pero el Valencia sigue teniendo un puño de hierro y en cuanto pudo exhibirlo fue mortal. Banega se escapó de las restricciones que le imponía su papel inicial y comenzó a tener protagonismo más allá de la línea del centro del campo. La maniobra del argentino tuvo consecuencias inmediatas: puso el balón a disposición del Valencia. Joaquín contactó con Villa, e incluso Marchena se soltó el pelo y acudió cerca del área a entregar un pase largo a Mata, que controló, se escapó del central y marcó un gol fundamental para su equipo y para su técnico.

El Valladolid tenía enfrente un trabajo descomunal, porque si antes se había estrellado contra un equipo perfecto en defensa, ahora tenía que remontar con el viento en contra. Mendilibar experimentó. Se quedó sin banda derecha y puso a Kome en la delantera, y luego a Ogbeche. Antes había añadido potencia al centro del campo con Borja, pero no fue su día. Sin velocidad y con Llorente bloqueado por la marca de Albiol, cualquier intento moría a 30 metros de la portería de Hildebrand.

En medio de los precarios intentos de reacción del Valladolid llegó el segundo gol del Valencia, un gol de fe, de la que puso Arizmendi, un futbolista que se ha visto en casi todas las posiciones posibles desde la llegada de Koeman y que ayer enganchó el balón en el centro del campo, chocó con dos defensas pero mantuvo la posesión hasta que estuvo en disposición de regalar a Villa un tanto a puerta vacía y a su técnico una semana tranquila. La primera desde que llegó a Valencia.