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Columna
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Tierra de misión

Las elecciones del próximo mes de marzo son en estos momentos un zoco y las cúpulas de los dos grandes partidos nos amenizan cada día con nuevas ofertas, sumándose así al periodo estacional de rebajas y gangas comerciales. Será cosa de ver cómo acaba el proceso que, como suele acontecer en estos trances, sugiere que en lo que ambas fuerzas realmente compiten es en frivolidad e improvisación, aspectos en los que no parece sino una misma propuesta. Al pelo viene la observación de Eduardo Galeano, que percibió cómo el socialismo, o ciertos socialismos -añadimos-, "son el camino más largo para llegar del capitalismo al capitalismo". Además, de no ser por la osada beligerancia de los obispos costaría lo suyo a veces distinguir a los contendientes, dadas las cautelas ideológicas y obsesión por el centro político del partido -ligeramente- colorado.

Tal es el criterio u hoja de ruta del PSOE y ahí lo tenemos gobernando desde Moncloa, sin que su antagonista tenga por ahora visos de desplazarle, lo que abona la conclusión de que, por su buen rendimiento, seguirá aplicando la receta de la moderación rayana con el encogimiento, al margen de alguna corajina ocasional para replicar las andanadas del sector carca más airado. Una fórmula que tiene la ventaja de forzar al PP a decantarse por las los sermones apocalípticos en torno al terrorismo, la familia o el empleo, pues no en balde es el partido aspirante y es lo que de verdad le pide el cuerpo.

Pero resulta muy dudoso que tal fórmula sea aconsejable en el País Valenciano, convertido desde hace casi tres lustros en tierra de misión para los socialistas que antes lo gobernaron, pues tal es la postergación en que están sumidos. Cierto es que todavía pueden colmar un recinto deportivo de 8.000 o 10.000 almas mediante un esfuerzo puntual e insólito, cuando otrora se convocaba el doble sin demasiadas alharacas. Tal es el resultado de una prolongada desmovilización, que no hace más que acentuarse con la inoperancia, por no hablar lisa y llanamente de claudicación e incompetencia del partido en su papel de oposición. ¿De qué otro modo habría que describir, por ejemplo, la deplorable dejadez del grupo de concejales socialistas en el Ayuntamiento de Valencia, o el mutismo generalizado de sus compañeros de fatigas, con la excepción de los diputados José Camarasa, Ana Noguera, y el intermitente Ángel Luna? Ni siquiera se dispone del estilete de Andrés Perelló, transvasado al Senado, donde no puede ser más que una figura decorativa y apacentada, como las demás señorías.

Con la evocación de esta obviedad no intentamos otra cosa que poner en entredicho la táctica desplegada por los socialistas para recuperar el voto de las circunscripciones valencianas, que acaso den por perdidas, pero lo bien cierto es que difícilmente mejorarán los resultados que vienen siendo habituales si no la cambian. Por lo pronto, y conociendo la depauperación del PSPV, parece una insensatez no explotar al máximo la valía intelectual y política de sus cabezas de lista, que ejercen de candidatos de fin de semana cuando los adversarios lo son de plena dedicación, con el correspondiente acompañamiento mediático. En tales circunstancias se dilapidan las mentadas ventajas y se le cede la iniciativa a las soflamas y desahogos de los populares, que no pierden ripio.

Hemos de suponer que en los próximos días, y cuando se entre en el vórtice de la campaña, si no es demasiado tarde, los socialistas sacudirán la impresión de paracaidistas que revelan, se pondrán el mono de faena y saldrán a la calle o atraerán la atención de los medios informativos para buscar el voto del vecindario sin renunciar a la confrontación y al debate con sus antagonistas, e incluso provocándolo, pues no han de olvidar que por estos pagos son el partido de la oposición, el perdedor sin apenas resuello desde mediados de los años 90. Y para eso no es imprescindible prometer Jaujas o vender cabras. Bastaría con sintonizar con una clientela moderadamente de izquierda que está desencantada y no ha encontrado un discurso en el que ampararse.

Más allá, en la otra izquierda, se prolonga todavía el enredo, pero apunta un referente con perspectiva de futuro: el Bloc-Iniciativa e Isaura Navarro como candidata, pues es la opción emergente con menos lastre del pasado y que anda buscando su praxis y nuevo discurso, ajeno al comunista, ha tanto difunto.

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