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EL CORNER INGLÉS
Columna
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La Rafalution II: Yanquis Go Home

La tendencia de Estados Unidos a meterse en líos en todo el mundo, y de complicar la vida terriblemente a los demás, parte de la fe, compartida por la casi totalidad sus ciudadanos, de que la American Way of Life es la mejor way of life vista sobre el planeta Tierra desde los tiempos de Adán y Eva. O, en el caso de que hubieran sucumbido a la herejía darwiniana, antes.

Por eso, cuando un miembro del Gobierno de Washington emite un juicio sobre otro país, siempre, sin necesariamente ser consciente de ello, se hace una pregunta: ¿hasta qué punto este Gobierno o presidente o líder rebelde o grupo opositor se acerca en su forma de pensar al ideal platónico que representa Estados Unidos? Como consecuencia, las decisiones que toman en política internacional se basan con lamentable frecuencia en una interpretación equivocada, infantil y -muchas veces- ofensiva de lo que está pasando.

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El ejemplo más nuevo lo vemos en el fútbol inglés, terreno donde hasta hace poco no habían tenido la presunción de entrometerse. Fuera del mundo musulmán debe de haber hoy poca gente que guarde un rencor más anti yanqui que los aficionados del Liverpool. Su ira se dirige a los dos dueños estadounidenses del club, Tom Hicks y George Gillet, que hace un par de días acabaron de afianzar su control de la gran institución hispano inglesa a través de un enorme préstamo bancario. Una encuesta este mes a 2.000 seguidores del Liverpool concluyó que el 98% de ellos no confiaba en Hicks y Gillet, mientras que el 99% apoyaba al entrenador, Rafa Benítez.

Es un problema de falta sensibilidad. Hicks y Gillet no la tienen con el Liverpool, del mismo modo que George W. Bush y Condoleeza Rice no la tienen con los iraquíes y los palestinos. Los dueños del Liverpool, amantes del béisbol y del fútbol americano, entienden el fútbol de la misma manera que el resto de sus compatriotas entienden el deporte: como una rama más del mundo del espectáculo. Según lo ven ellos, se trata, a fin de cuentas -igual que el cine, la televisión, el circo-, de un negocio.

Una de las grandes diferencias entre los estadounidenses y el resto del mundo, y parte de la razón por la cual son incapaces de entendernos, es que no les cabe en la cabeza la idea de que el fútbol es ante todo un sentimiento tribal, un fenómeno comparable al nacionalismo o la religión. Y por eso dicen barbaridades en público, como la de Hicks el otro día cuando declaró ante una radio estadounidense que su plan era invertir el dinero del Liverpool en sus paganos proyectos deportivos americanos.

Pero la barbaridad más grande fue revelar hace un par de semanas que se habían reunido él y Gillet a fines del año pasado con el alemán Jürgen Klinsmann para ofrecerle el puesto de Rafa Benítez.. La noticia ha tenido un impacto sísmico entre los aficionados del club. Benítez tendrá sus deficiencias. La Rafalution de la que se hablaba hace un par de años, la noción de que iba a transformar al Liverpool en un super equipo una vez más, no ha dado fruto; esta temporada tampoco ganarán la liga.

Pero Rafa, como le llaman todos allá, es one of us, uno de los nuestros; un hombre que desde el primer momento entendió que Anfield, el estadio del Liverpool, era un templo, un lugar sagrado que habían pisado en su tiempo santidades como Bill Shankly, Bob Paisley, Ian Rush y Kenny Dalglish. Traicionar a Rafa de manera tan vil era traicionar a toda la afición. Lo cual a ha dado lugar a la segunda Rafalution, la que se está llevando a cabo fuera del terreno de juego y en la que los enemigos son los invasores millonarios procedentes de los Estados Unidos, a los que centenares de fieles en Anfield dedican pancartas que claman Yanks Go Home!

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