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Columna
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A la vuelta de la esquina

A poco más de un mes de unas elecciones generales decisivas para el socialismo y acaso terminales para la derecha, no parece que el entusiasmo arrecie en las filas de los unos ni de los otros, empeñados todos en hacerse con un centro quizás más ilusorio que real. Más que el entusiasmo, proliferan las promesas que habrían de convocarlo. De hacer caso a unos y otros candidatos, esto va a ser jauja a partir del nueve de marzo. Las pensiones convertirán a todos los jubilados al menos en mileuristas, casi nadie pagará impuestos, todos los niños menores de tres años dispondrán de guardería al lado de su casa y los trenes de alta velocidad nos llevarán de aquí para allá en largas distancias sin saber muy bien adónde vamos (no así los de cercanías, por cierto: al de Valencia-Castellón vuelve a costarle hora y media llegar a su destino, como en sus mejores tiempos, cuando los renqueantes convoyes circulaban por una sola vía). Mientras tanto, se desploman las bolsas y las amas de casa que hacen sus compras en el súper se abstienen ya de regalarse algún capricho.

La incertidumbre de los líderes, marcada quizás por la persistencia de un engorroso empate técnico como pronóstico en las encuestas electorales, provoca extraños movimientos en la oscuridad que oscilan entre la desidia y la huida hacia delante, en una curiosa situación que, más que estimular, fatiga. Errores de tanta enjundia como poca sustancia, tal que el de Mariano Rajoy al desprenderse de Ruiz Gallardón para no tener que mandar a freír espárragos a Esperanza Aguirre, ¿indican un cierto nerviosismo y una debilidad intrínseca del personaje o hay que leerlo en clave interna de un partido donde el que tiene todas las bazas para alzarse con el santo y la limosna es José María Aznar de Botella? La confianza, quizás excesiva, de Rodríguez Zapatero en la buena marcha de la macroeconomía, ¿sugiere un cierto desdén por los apuros de las familias con nómina normalita para llegar a fin de mes, que son casi todas las que tienen nómina y llegan como pueden hasta el mes siguiente? Si se desploman la construcción y actividades adyacentes, como señalan todos los indicios, el paro se va a poner por las nubes, pero José Blanco asegura que van a crear dos millones de puestos de trabajo. ¿De barrenderos, quizás, o de albañiles que derriban las urbanizaciones que levantaron antes de que se caigan por su propio peso? El optimismo antropológico nada debe, por ahora, al furioso rigor de la estadística.

Más de cerca, la candidata Fernández de la Vega defiende para el puerto de Valencia una zona lúdica de ocio, que no se sabe si se trata de un desafío a los intereses que hay en juego o de un globo sonda para comprobar si la sugerencia es digna de atraer unos cuantos votos erráticos. González Pons es todavía González Pons, y de la Vega se lo hace con una mano si eso fuera necesario. Y el desterrado Zaplana, cuando esto escribo, no sabe o no contesta, aunque sabe más de lo que no contesta, y figurará por Madrid en las listas de salida, pero no en cabeza de serie. La pregunta es si permitirá que Camps sea el tapado de los que mandan sobre Rajoy para sustituirle a la cabeza del partido si las cosas vuelven a venir mal dadas. Y la respuesta quizás la tiene Carlos Fabra, si consigue que los magistrados continúen huyendo despavoridos de los juzgados de Nules. Continuará.

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