Nadal para el reloj
El español llega a las semifinales de un 'grande' en menos tiempo que nunca y bate el récord de puntos de Sampras
En la cocina del encuentro, puñetazos. Sobre la pista, leña. Y en la hoja de servicios, un reloj parado. Rafael Nadal jugará las semifinales del Abierto de Australia, en las que se enfrentará al francés Jo-Wilfred Tsonga, tras ganar al finlandés Jarkko Nieminen por 7-5, 6-3 y 6-1. Su victoria demuestra que los deportistas de época establecen su leyenda por encima de las estadísticas.
"No he jugado ningún partido de más de dos horas y media. Eso es muy bueno para mí"
"Mala suerte coincidir con Federer. Llevo tres años con puntuación de 'uno' y soy el 'dos"
Sólo su convicción de granito y su estilo de abordaje explican que venciera con un 60% de primeros servicios y cinco dobles faltas. Y sólo su espíritu optimista aclara que pudiera contestar a siete de las ocho bolas de break a las que se enfrentó. Nadal levantó dos puntos de set en el primero, quebró el servicio de Nieminen nada más empezar el segundo y dio vida a un partido que nació muerto. El número dos del tenis mundial ya está en las semifinales, la misma ronda que buscaba en la madrugada pasada David Ferrer frente al serbio Novak Djokovic. Nunca había invertido tan poco tiempo en alcanzar la penúltima cita.
"Todos me dicen que tengo que jugar más agresivo en pista dura y servir mejor. Lo intento. Trabajo muy duro en los entrenamientos. Y cuando digo mucho es mucho. Mi tío [su técnico, Toni Nadal] siempre me repite: 'Métete dentro. No te quedes detrás de la línea".
Nadal se pasó las Navidades empeñado en que su juego ganara en agresividad. "Puntos más rápidos, menos desgaste". Esta ecuación pretendía proteger su cuerpo y reducir su exposición en la cancha. Hoy se puede hablar de éxito: para llegar a las semifinales ha necesitado 584 minutos (116 por partido), un récord en su historial. La vez que más cerca estuvo de esa cifra en las otras cinco ocasiones que alcanzó la penúltima ronda de un torneo del Grand Slam invirtió 620 minutos (124). Fue el año pasado en Wimbledon. Y aquello fue un éxito en comparación con su camino más escabroso: antes de llegar a sus primeras semifinales en Londres, en 2006, el número dos necesitó 850 minutos (170).
"¡No es una mala experiencia!", se felicitó. "Es mejor de lo que estoy acostumbrado. Siempre paso mucho tiempo en la pista. Y ahora no he jugado ningún partido de más de dos horas y media. Es muy bueno para mí", continuó; "tuve suerte contra Mathieu [el francés se retiró tras 50 minutos]. Físicamente, me siento perfecto. Siempre ayuda llegar en buenas condiciones físicas a estas rondas. Estás más fresco. Siempre he llegado mucho más cansado. En París, el año pasado, tampoco había perdido ningún set, pero fueron partidos mucho más largos".
Nadal tuvo trabajo duro. El inicio de su encuentro con Nieminen descubrió a dos tenistas espantados. Nadal, brutalmente contundente al resto, ha aprovechado siempre la ventaja de ser zurdo. Nieminen, también. Ayer, los dos se encontraron con un replicante. Y ahí empezó a ensuciarse el partido, que vivió sin ritmo hasta que el español resolvió la primera manga. Nadal tuvo que alterar su esquema. Nieminen, lo mismo. Y así, buscándole el camino al duelo, se pasaron once juegos con palos a cada golpe.
Luego, la explosión de Nadal. Acabó por la vía rápida un partido que, según las estadísticas, debió haber sido más largo. Por primera vez llega a las semifinales de un grande con pocas horas de vuelo. Y ese dato es un problema para cualquiera. En ellas Nadal es un peligro: no ha perdido ninguna de las cinco que ha disputado hasta ahora. Y en su carrera ha superado ya el récord histórico de puntos del estadounidense Pete Sampras, siete veces ganador en Wimbledon, cinco en Estados Unidos y dos en Australia (5.792). Nadal acumuló ayer 5.980. Y ya sólo un tenista ha logrado en la historia más: el suizo Roger Federer (8.370).
"Es una grandísima mala suerte", sonrió Nadal, "porque Federer está en la misma época que yo. Llevo tres años con puntuación de número uno y soy el número dos". "No lo lamento porque estoy feliz por haber compartido parte de mi carrera con el mejor de la historia, pero no habría estado mal que hubiera compartido una parte un poco menor", bromeó.
Tsonga o Mohamed Alí
Nada más terminar el partido, el estadounidense Jim Courier, ex campeón transformado en entrevistador, dictó sentencia: "Ha nacido una estrella". Y estrechó la mano del francés Jo-Wilfried Tsonga, de 22 años, que eliminó al ruso Mijaíl Yuzhny y se medirá a Rafael Nadal en las semifinales. Su tamaño se corresponde al de un tenista como un muro: 1,88 metros, 90 kilos y apodado Mohamed Alí. Juega a puñetazos. Y ayer casi se puso a llorar por su victoria.
"Quería llorar, sonreír, todo. No sabía dónde estaba ni cómo reaccionar. '¡Qué locura!', pensé", declaró el tenista francés, hijo de un baloncestista congoleño. Luego lo celebró con sus seguidores. Se conocieron tras su segundo partido. Tsonga les firmó autógrafos a cambio de que le siguieran allá donde jugara. Y ayer prometió conseguirles entradas para la cita con Nadal, que no ha jugado ante ninguno de los 20 mejores del mundo.
Al francés, ex número dos júnior, no le asusta el reto. Las ha visto peores: desde diciembre de 2004 ha vivido una cadena maldita de lesiones de espalda y rodilla. De hospital en hospital, Tsonga cargó con una hernia discal, con sus lamentos y con sus lágrimas: "Pregunté: 'Doctor, ¿podré volver a jugar?', 'Va a ser duro', me contestó".
Desde entonces, vive cada día como un regalo. Juzgó su presencia en los cuartos como "una broma". Dijo que aquello era "magia": "Siempre tengo un poco de miedo. Escucho al máximo el mínimo ruido, la menor sensación de mi cuerpo".
Nadal derrotó a Tsonga en el último Abierto de Estados Unidos. De él espera "un gran servicio y mucha agresividad". Antes que el español ya lo probaron el británico Andy Murray y el también francés Richard Gasquet. "Puedo ganar a cualquiera. Intentaré relajarme y mantenerme en este mundo: Nadal tiene dos piernas y dos brazos. Igual que yo", afirmó Tsonga.
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