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Reportaje:

Investigadora de Ferrol en la NASA

Sofía Martínez Vilariño aplica los avances de la nanotecnología a los vehículos espaciales en Houston

"Caracterización de nanomateriales para vehículos espaciales". Suena áspero y complejo para la mayoría pero a sus 33 años, Sofía Martínez Vilariño, se mueve como pez en el agua entre los farragosos términos del lenguaje científico espacial. Su trabajo en el campo de los nanomateriales (estructuras diminutas) le ha abierto las puertas del fortín de la NASA, la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos, un recinto rodeado de mitos y vetado a casi todos. En la retina de los norteamericanos, enrolados en la conquista del espacio, está aún muy fresca la imagen del transbordador espacial Colum bia estallando al atravesar la atmósfera cuando regresaba a su base en tierra, en Cabo Cañaveral, tras su última misión con siete tripulantes a bordo el 1 de febrero del 2003. Diecisiete años antes de la tragedia del Columbia, en 1986, el transbordador Challenger se desintegró con otros siete astronautas en su interior. Ambos accidentes avivaron las críticas contra el Gobierno de EE UU por el recorte de los fondos para la investigación espacial.

"Básicamente, se trata de minimizar los riesgos en los viajes al espacio"
Una persona de la NASA le propuso colaborar con la Administración Bush

Martínez asegura que minimizar el riesgo de explosión es ahora una de las prioridades de la NASA y explica que su trabajo, en colaboración con el centro investigador de Glenn Research, se centra en estudiar las ventajas de mejorar la permeabilidad en los tanques de combustible.

La investigadora ferrolana afincada en Houston (Texas)cuenta que la agencia espacial norteamericana estudia cómo reemplazar los tanques exteriores de combustible que utilizaban los transbordadores por otros interiores y reutilizables. "Básicamente, se trata de minimizar riesgos en los viajes al espacio", resume. "Los materiales tienen que soportar condiciones extremas con temperaturas de 200 grados bajo cero y variaciones muy bruscas al entrar en contacto con la atmósfera".

"En los tanques hay hidrógeno líquido y es fundamental evitar las fugas; yo pruebo las muestras en unas máquinas muy específicas y estudio su comportamiento", explica. Sofía Martínez encaminó sus pasos profesionales hacia el denso mundo de las propiedades y particularidades de los materiales mientras estudiaba Ingeniería Industrial en la Escuela Politécnica de Ferrol. Huye del tópico que la encasilla entre los empollones de Ciencias y confiesa que durante la carrera tuvo "dificultades, como todos".

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"La ingeniería fue mi primera opción", dice, "luego, una cosa llevó a la otra". Habla con pasión de su trabajo y trata de salvar las complejidades técnicas con explicaciones sencillas. "Me interesan los materiales, son la base para construir. Sin ellos no se puede crear o idear nada". Los nanomateriales son, por definición, la mil millonésima parte de algo y muchos científicos opinan que la próxima revolución tecnológica industrial tiene como ingrediente fundamental estas estructuras ultrapequeñas con infinidad de aplicaciones en campos tan dispares como la tecnología o la medicina.

Sofía Martínez llegó a la Universidad de Nueva Orleáns (Luisiana) con una beca de investigación en 2002, tres años antes que el huracán Katrina. A través de su trabajo entró en contacto con una persona de la NASA que le propuso colaborar con la Administración Bush en un proyecto de investigación. Ella guarda un discreto silencio, pero su padre, Ramón Martínez, militar de carrera, apostilla que los proyectos de investigación son "altamente secretos" y normalmente vetados a extranjeros. La NASA le facilitó una serie de muestras de materiales que tenía que testar.

A finales del 2005 llegó el Katrina. "Fue un fin de semana terrible, caótico. Yo vivía al sur, junto al lago y fue una de las primeras zonas en inundarse. Cogí el coche, una mochila y me fui a un hotel". Recuerda que su apartamento estuvo invadido por el agua durante un mes. "Nos advertían de que no tocáramos nada, que había 500 tipos de moho en las paredes". Apenas pudo rescatar su portátil y una televisión que había dejado en casa de unos amigos. "No me quedaba nada, así que me ofrecieron irme a Houston, a la Universidad de Prairie View, y no me lo pensé. Estuve sin mis muestras varios meses, aunque el edificio de ingeniería no se inundó y pude recuperarlas y seguir con la investigación". Pontevedresa de nacimiento y ferrolana de adopción, acaba de obtener el reconocimiento académico de la Universidad de A Coruña y del Ayuntamiento ferrolano ganando el quinto premio Ingeniero Comerma.

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