El PP prescinde del centro
La huida de Piqué y Matas, la exclusión de Gallardón, la entrada de Pizarro y la victoria de Aguirre muestran que es el sector duro el que controla el partido
El ala moderada del PP se ha llevado en las últimas 48 horas un golpe durísimo. Primero llegó el fichaje a última hora de Manuel Pizarro, ex presidente de Endesa, amigo íntimo de José María Aznar, un duro que se enfrentó sin contemplaciones al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que, pese a ser un buen orador, no destaca precisamente por sus formas moderadas.
Su llegada desplazaba automáticamente a Juan Costa, un moderado criticado sin cuartel en la Cope, la radio más influyente en la militancia popular. Después vino el inesperado portazo de Rajoy a Alberto Ruiz-Gallardón, el paradigma del dirigente moderado del PP, que ha logrado ampliar el espacio electoral de este partido y arrancar potenciales apoyos a los socialistas en sus 16 años de mayorías absolutas ininterrumpidas.
Con él llegó la victoria de Esperanza Aguirre, la preferida del sector más duro del PP y la gran apuesta femenina de José María Aznar, que la hizo ministra, presidenta del Senado y después candidata a la Comunidad de Madrid, donde ha logrado ya dos mayorías absolutas, la última aplastante. Además, en el mismo día en que Rajoy dijo no a Gallardón, Eduardo Zaplana, otro representante del sector duro, fue rescatado por Rajoy en la lista por Madrid después de que Francisco Camps, su gran rival político y presidente de la Comunidad Valenciana, le vetara en las listas.
Por si estos detalles fueran pocos, está la anécdota, que para algunos dirigentes no es tal, de la reaparición de Francisco Álvarez Cascos, apodado general secretario por su autoritarismo. El asturiano, retirado de la política, rompió un silencio de meses sólo para lanzar un aviso claro a Rajoy: él, y por tanto la vieja guardia del partido, no quería a Gallardón en las listas.
La decisión de Rajoy es aún más inexplicable si se tiene en cuenta que él, según confirman fuentes de su entorno, había insistido ante Rita Baberá, alcaldesa de Valencia, para que encabezara la candidatura por esa provincia. Ella se negó, entre otras cosas, para no ser utilizada como excusa para que entrara Gallardón.
La evidente derrota del sector moderado, que se convierte en victoria del ala más dura, la que ha apoyado las teorías conspirativas del 11-M, por ejemplo, ha vivido en estos últimos su eclosión definitiva, pero comenzó a fraguarse en verano. Tras una operación política dirigida por Ángel Acebes para retocar los cuadros intermedios del PP catalán, Josep Piqué se sintió desautorizado y amenazó, de nuevo, con dimitir. Pero esta vez Rajoy le dejó ir.
La dimisión de Piqué provocó la interpretación de que el ala moderada del PP estaba en retroceso. Tanto Gallardón como Alberto Núñez Feijóo pidieron a Rajoy que lo recuperara. No lo hizo.
En este lento goteo de huidas, también Jaume Matas, otro de perfil moderado que apoyó las reformas estatutarias -y promovió una en Baleares- dejó la política para irse a la empresa privada.
El abandono de Matas o Piqué, sin embargo, no tienen ni de lejos la misma repercusión política que la espantada de Gallardón, un pata negra del PP y antes de Alianza Popular, partido que ayudó a fundar y cuyos estatutos, como recuerda siempre, llevó personalmente al ministerio del Interior. El alcalde de Madrid es además el protegido político de Manuel Fraga, presidente fundador del PP, que pidió públicamente a Rajoy que preparara su sucesión y pusiera a Gallardón en las listas al Congreso.
Y sin embargo, precisamente ahora Rajoy parecía decidido a apostar por el ala moderada de su partido para ampliar su espacio electoral y buscar los votos de centro. El diseño de campaña que ha preparado el equipo del líder provoca automáticamente que las caras más visibles del sector duro, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, pasen a un segundo plano, mientras brillan el propio Rajoy, gran protagonista, Pío García Escudero y el propio Costa, dos moderados. Pero la realidad del partido, las amenazas del sector duro y la incapacidad del líder para resolver a tiempo un asunto que le ha explotado en las manos han terminado por definir el rumbo del PP.
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