Poshumor
Le llaman poshumor. Y no busca la risa fácil sino algo así como la perplejidad del espectador. Muchachada nui (La 2), que el miércoles terminó su temporada, cultiva este género de comedia del absurdo. Según Jordi Costa, se pueden rastrear algunos antecedentes en series como The office o incluso en los gags de los Monty Phyton. No tiene un público masivo en televisión. Ya resulta sorprendente no sólo que se les diera un espacio en TVE sino que los mantuvieran hasta el final de su primera temporada. En la última entrega obtuvieron apenas un 3,2% de audiencia (unos 548.000 espectadores) frente a la procacidad de Escenas de matrimonio (Tele 5), que llegó a tener la misma noche cinco millones de almas pendientes de los insultos y odios de estas parejas desavenidas. Ese prehumor. O humor reptiliano.
El público natural del equipo de Joaquín Reyes es Internet. Incluso llegaron a hacer una llamada de atención a sus habituales y adictos en YouTube para que no los dejaran colgados en televisión. No hicieron mucho caso. Lo cierto es que es un programa más apto para verlo a ratos, a pedazos, que como programa de medianoche. En la emisión de despedida repitieron dos de sus éxitos, la historia de Paquirrín y la de Bono, antes de sus Celebrities de Condoleezza Rice y el de Uri Geller. Hacen mofa, pero no humillan o insultan a sus personajes. Son locuras alucinadas sin tapujos que buscan cierto tipo de llana complicidad. Sobre todo a través de un lenguaje coloquial que le da especial gracia. También juegan con la vergüenza ajena y el silencio incómodo. Es un humor blanco que se pilla mejor a la segunda vez. Es también muy generacional, alrededor de la treintena. Aunque un público avisado puede cogerle el punto. Porque lo tiene, lo tiene. La historia de Lars von Trier y Spielberg de vecinos en plan Dogville tiene momentos muy cómicos. Para reír, quizá con una posrisa. Todavía se puede ver todo en la web.
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