Juan Martínez-Esparza, ex secretario general adjunto de la OTAN

Con su cabellera blanca y un pitillo permanente en los labios, a Juan Martínez-Esparza Valiente se le reconocía por el rigor de sus datos, la contundencia de sus juicios y la ironía de sus expresiones. Ya en mayo de 1982, Miguel Ángel Aguilar relataba en EL PAÍS su participación en un foro de militares, diplomáticos y académicos sobre "los intereses estratégicos nacionales".

Desde entonces, y hasta que su enfermedad se lo impidió, se le pudo ver en numerosos debates públicos intentando sembrar la inquietud intelectual por los problemas de la seguridad y la defensa. Fue uno de los artífices de la integración española en la Alianza Atlántica, pero no era un proatlantista, y mantuvo estrechas relaciones con EE UU, pero no era un proamericano. Es decir, que su única servidumbre era la defensa de España y no se engañaba sobre la necesidad de hacerse respetar, y no sólo querer, por los aliados.

Nacido en Sevilla en 1940, Juan Antonio Martínez-Esparza hubiera llegado a teniente general si no fuera porque se alistó en la Infantería de Marina y este cuerpo carecía de generales de tres estrellas. De su peso en el Ministerio de Defensa da fe el hecho de que, en mayo de 1986, siendo sólo teniente coronel, fue una de las tres personas que acompañaron al entonces ministro Narcís Serra en su almuerzo con el jefe del Pentágono Caspar Weinberger.

Las crónicas dan cuenta también de su comparecencia ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado de Estados Unidos, para apoyar la política de la Administración de Clinton en los Balcanes, o de su viaje a Belgrado para liberar a tres observadores españoles de la Unión Europea capturados por los serbios de Bosnia.

Ya con el Partido Popular, el ministro de Defensa Eduardo Serra le encargó organizar la creación del primer cuartel general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en España, el Mando Subregional Suroeste, en Retamares (Pozuelo de Alarcón, Madrid).

Martínez-Esparza fue subdirector general de Política de Defensa y recibió hasta 16 condecoraciones pero, paradojas de la vida, llegó a la cima de su carrera profesional tras pasar a la reserva, en mayo del año 2001, cuando el entonces secretario general de la OTAN, George Robertson, lo nombró secretario general adjunto de la organización. Es el cargo más importante alcanzado por un español en la OTAN, si se exceptúa la Secretaría General, que ocupó Javier Solana entre los años 1995 y 1999. La prueba de que no se limitó a cubrir un puesto de alto funcionario es que George Robertson le encargó la transformación de la dirección internacional de la OTAN.

Falleció el miércoles pasado en su domicilio de Madrid, arropado por el cariño de su esposa y sus seis hijos.