Tragedias a cámara lenta
Ann-Sofi Sidén y Annika Larsson, dos creadoras que emplean el videoarte como reflexión social
Ficción creativa o fragmento de realidad. El uso del vídeo como medio de expresión artística a veces se aproxima tanto a la denuncia -o reflexión- social que roza los límites del documental. Las suecas Ann-Sofi Sidén (Estocolmo, 1962) y Annika Larsson (Estocolmo, 1972) exponen en Madrid dos ejemplos de cómo el contexto social, político y económico es materia prima de la creación.
In passing (De pasada), la pieza que Sidén exhibe en la galería Pepe Cobo hasta el 10 de diciembre, es la doble historia de una madre que abandona en Berlín a su bebé en una baby klappe -sistema que los hospitales alemanes han implantado para atender a los recién nacidos- y lo que sucede a partir de ahí. Tanto a la madre, antes y después de dejar a la criatura, como lo que ocurre tras las paredes del hospital.
La cámara acompaña a la madre y al bebé con misión notarial. Sólo deja constancia. No juzga. Ni deja espacio al sentimentalismo. No existe en la madre, cuya expresión refleja la determinación de alguien que hace lo que cree que debe y que una vez decidido no se cuestiona; ni en los médicos y enfermeras que acogen al bebé según las normas.
Pero detrás de esa aparente asepsia estallan imágenes de prostitución, marginalidad, de vidas al límite. Precisamente las que Sidén recogió en un trabajo en 1999 que tituló Warte Mal! (¡Eh! ¡Espera!), las palabras en alemán que gritaban las prostitutas de la ciudad fronteriza de Dubi, República Checa, que se convirtió en masivo mercado del sexo tras la caída del comunismo. Sidén reprodujo la ciudad en una videoinstalación de imágenes de gran simplicidad estética. No necesitaba más para transmitir esa catástrofe humana.
Con los dos vídeos que Annika Larsson exhibe en La Fábrica Galería, la artista busca provocar una reacción emocional: "El único sujeto es el espectador", explicaba Larsson en su visita a Madrid. La lentitud de las imágenes, marca de la artista, es su herramienta para encender la respuesta. "Una imagen ordinaria puede ser muy poderosa, muy incómoda de mirar si la cámara se detiene en ella". Fire (2005) se recrea en la fascinación que suscita la violencia en una inquietante narración a cámara lenta de la fabricación de un cóctel mólotov a cargo de un presunto grupo de activistas. Están todos los símbolos de las asociaciones violentas: el retrato del líder, la bandera y, por supuesto, las armas. No importa quiénes son. "No trabajo con personajes a los que tengo que dar una personalidad. Me interesa más esa falta de personalidad, lo que pasa con la cámara cuando disecciona", dice Larsson.
En Pirate (2006), Larsson graba un hecho real: una manifestación del 1 de mayo de 2006 en Estocolmo a favor de la abolición de los derechos de propiedad intelectual. ¿Qué espera esa multitud? ¿Hay que estar a favor o en contra de la piratería? Larsson, que vive a caballo entre Nueva York y Berlín, asegura que su obra no parte de una intención política. "Me interesa más la psicología humana, el deseo, las conexiones del poder en los distintos campos de la sociedad". Sus múltiples significados los brinda al espectador, que es el único personaje de sus obras.
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