_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuchipanda

No hay quién entienda la manía de los políticos de llevar a un votante a su mesa. El Ayuntamiento de Málaga ha sacado a concurso la comida de Navidad con la que cada año -vamos por la tercera edición- agasaja a un millar de miembros de las asociaciones vecinales. Esta vez tiene novedades que no sólo afectan al menú. La del concurso público. Nada tendría de particular si las empresas que optaran a él fueran del sector de la restauración y lo que estuviera en cuestión es quién ofrece el mejor menú al menor precio. Pero no, el concurso es de patrocinio. Y lo que se va a dirimir es qué empresa está dispuesta a sufragar el montante del ágape, que el año pasado costó 50.000 euros. Como los servicios jurídicos municipales censuraron que se le endosara la factura a una empresa sin concurso previo ni publicidad, este año se quiere hacer todo mucho más transparente y los patrocinadores que quieran lucir su logotipo frente a un filete con patatas tendrán que ajustarse a un exhaustivo pliego de condiciones.

Hoy concluye el plazo de ofertas, al que había que concurrir con una propuesta mínima de 6.000 euros. Si al final se confirma que serán 900 comensales, habrá que confiar en que los candidatos a patrocinadores se hayan estirado, ya que del menú de 55 euros del año pasado por comensal se pasaría a uno de poco más de 6,5 euros, lo que reduciría mucho la calidad de las viandas. También del agasajo. Con la nueva comida el alcalde, Francisco de la Torre, ha renovado la polémica que ya se vivió en las dos ediciones anteriores. Y tendrá que reconocer el primer edil que las críticas se las está llevando por comerlo y por beberlo.

Cuando las cosas empiezan mal es fácil empeorarlas. El primer ágape de De la Torre tuvo lugar en el año 2006. La comida costó unos 60.000 euros y fue pagada a escote por todos los malagueños, los que estuvieron en la cena y los que no fueron invitados, ya que el dinero salió de las arcas municipales. A raíz de la polémica, en 2007 la factura se le endosó a una empresa privada del sector de la alimentación, con tal mala suerte que unos meses después el alcalde inauguró un supermercado de la firma patrocinadora que no tenía licencia de apertura. Este hecho alimentó las críticas por el ágape más que la propia comida. Este año, para evitar otro desaguisado, el ayuntamiento ha optado por la figura del patrocinio.

Si esta comida tuviera sentido no habría problemas para pagarla. El Ayuntamiento de Málaga, al igual que la mayoría de los consistorios de España, destina una partida sustancial para gastos de protocolo, que incluye agasajos culinarios a participantes en congresos y otros eventos que se desarrollan en la ciudad. ¿Por qué no, por tanto, a los colectivos vecinales? Seguramente porque no hay necesidad alguna de ello y, por eso, se tiene mala conciencia para asumir el coste. Alguien duda que ese dinero no sería más rentable repartiéndolo entre las propias asociaciones de vecinos que no logran subvenciones municipales para poner en marcha sus proyectos.

El problema de este ágape es que tiene un grave déficit de justificación -la expresión se la escuché a un jurista-, por eso cada año se busca una fórmula más extraña para aligerar la digestión del coste económico. Como las penas con pan son menos penas y para ir abriendo boca a la espera de la comida municipal, la Junta ofreció el pasado viernes una merienda -chocolate, cafés y churros- a los vecinos de la carretera de Cádiz pagada por la empresa pública Metro Málaga. Se trató de otro ágape de agradecimiento. En este caso por la paciencia de los vecinos por las molestas obras del suburbano en sus barriadas. La Junta colocó además una carpa con ludoteca, pintacaras y globoflexia, sin que nadie se parara a pensar que con las cosas de comer no se debería jugar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_