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Reportaje:

Controles de aquella manera

La sanción máxima por dopaje para un golfista profesional será de un año

Carlos Arribas

El viejo Gary Player lanzó una piedra este verano y las calmadas aguas del golf se revolvieron sobremanera. Player, un mito del golf, pronunció la palabra doping entre los greens, fairways y bunkers de Carnoustie, durante el pasado Open Británico, y de repente todo cambió. Hubo quien enarcó una ceja y levantó la nariz, qué desagradable; hubo quien le llamó bocazas, grillado; hubo quien reflexionó, incluso; quien llegó a pensar que el golfista nuevo, atlético, potente, capaz de drives de 300 metros, no será sólo fruto de la moda del powe-gym, de la buena venta del look cachas, de los nuevos materiales, palos y bolas. "Anabolizantes, hormona de crecimiento", dijo Player, un ganador de nueve grandes que a los 71 años se mantienen musculoso y fuerte como un toro. Bobadas, respondieron los dirigentes de los varios tours de golf, los líderes de los jugadores; el golf es limpio y siempre lo será.

A partir del 1 de julio de 2008 también Tiger Woods tendrá que hacer pipí
Los jugadores renuncian al derecho a recurrir una sanción ante un tribunal civil

Cuatro meses después de la salida de tono de Player, sin embargo, algo ha cambiado. Los dirigentes del golf mantienen el mismo discurso; el golf es puro, el golf es bello, pero con un añadido: y lo vamos a demostrar. Y hace unos días los jugadores del circuito norteamericano han recibido en sus ordenadores un pesado email: un documento de 41 páginas en PDF, Manual antidopaje de la PGA Tour. Junto al documento, un aviso: los controles antidopaje no comenzarán hasta el 1 de julio de 2008. Hasta entonces todos deberán seguir cursillos de educación.

La importancia absoluta del envío es histórica: por fin, los golfistas profesionales, hasta ahora exentos de los controles antidopaje, se igualarán a los demás deportistas mortales o, dicho de otra manera, también Tiger Woods tendrá que hacer pipí después de jugar, como si fuera un ciclista o un maratoniano. La importancia relativa, la letra pequeña, es otro asunto.

Por ejemplo, la PGA ha establecido sus reglas y su lista de sustancias prohibidas propias, sin someterse estrictamente al Código Mundial Antidopaje fijado por la Agencia Mundial (AMA), y sin anclaje en la federación internacional de golf, sino en la Fundación Mundial. De hecho, será responsable de los controles una compañía privada estadounidense, el centro por un Deporte Libre de Drogas. Además, como si fuera otra norma propia del golf, la gestión de los resultados corresponderá íntegramente al propio circuito, teniendo la última palabra en posibles apelaciones su comisionado, Tim Finchen. Un artículo del manual exige a los golfistas una renuncia expresa a cualquier vía judicial de reclamación y les priva incluso de la posibilidad de una reclamación económica contra los dirigentes del golf.

Si en el Código Mundial se establece una sanción estándar de dos años por un primer positivo, el golf reduce esa suspensión a un máximo de un año, que serían dos por un segundo positivo y a perpetuidad por un tercero. Más importante es incluso la primera sanción económica, que puede llegar a los 500.000 dólares (unos 335.000 euros).

La lista de sustancias prohibidas es también más corta que la del AMA, ya que no incluye ni corticoides ni beta-agonistas (ventolín y otros antiasmáticos), ya que el golf no cree que favorezcan el rendimiento. Y también es diferente el tratamiento de las llamadas drogas de abuso (cannabis, cocaína, heroína), que podrán ser castigadas con una cura de deshabituación.

Y todo ello cuenta con el gran coladero de las autorizaciones terapéuticas, por las que un golfista podrá justificar, incluso de manera retroactiva, después de que le sea comunicado un positivo, la toma de cualquiera de las sustancias incluidas en la lista siempre que un médico certifique que la tomó para curar una enfermedad.

Si la PGA norteamericana ya ha fijado una fecha de inicio de los controles, las demás organizaciones, como el circuito europeo, han anunciado de manera genérica que los pondrán en marcha a lo largo de 2008, sin fecha fija, y que incluso su reglamento podría diferir del aprobado en EE UU y que afectará a unos 200 jugadores.

Tiger Woods lanza su <i>putter</i> al aire tras fallar en un <i>green</i> durante el Open Británico de 2006.
Tiger Woods lanza su putter al aire tras fallar en un green durante el Open Británico de 2006.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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