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Entrevista:Don Askarian | Cineasta

"Que el miedo no te vuelva pequeño"

Don Askarian (Stepanakert, Nagorno-Karabaj, 1949), el más relevante cineasta armenio, no se permite morderse la lengua. Habla alto y claro sobre la corrupción en Armenia, sobre el engaño del actual Gobierno "que se hizo con el poder tras falsear los resultados en las urnas", sobre una sociedad "brutalizada por la historia y por el presente". Dice que, en realidad, su país está regido "por la mafia postsoviética".

Obviamente, su mensaje le convierte en alguien incómodo. Aunque sus enemigos son diversos. "Estoy en las listas negras del KGB y de la mafia en Turquía". Confiesa que sí, que tiene miedo. "Pero es importante no permitir que te vuelva pequeño". Y trata de seguir al pie de la letra este precepto en sus películas, la última de las cuales, Ararat-Fourteen Views, se presentó ayer en el Festival de Cine Independiente de Barcelona L'Alternativa, en cuyo marco volverá a pasarse el día de clausura, el próximo 24 de noviembre en los cines Maldá (16.00 horas). Askarian, hoy exiliado en Alemania, marchó en su juventud a la antigua Unión Soviética para completar sus estudios. Hoy se horroriza describiendo cómo la maquinaria soviética "mató a 70 millones de personas, para lo cual se precisan entre cinco y siete millones de verdugos, ninguno de los cuales ha sido represaliado por ello". Askarian quería ser historiador, pero le desengañó comprobar que, según afirma, la historia se consigna de un modo distinto en función de los intereses de quien la escribe. Así que se decantó por el cine porque a su juicio una buena obra, sea una película, una novela o un cuadro, cuenta mucho más sobre el mundo que un puñado de libros de texto.

El director armenio presenta su último filme, 'Ararat', en L'Alternativa

En la ex URSS, su negativa a entrar en el ejército le llevó a la cárcel. Y allí empezó a germinar Ararat, una película a caballo entre la ficción y el documental que ofrece 14 perspectivas de la montaña sagrada por los cristianos armenios. La primera tierra que, según los textos bíblicos, vio Noé tras el diluvio universal. El monte se encuentra hoy en territorio turco, y los armenios se deben conformar con contemplarla de lejos, lo cual, entre otros efectos, ha tenido consecuencias en el negocio inmobiliario. Las viviendas son más caras si ofrecen una buena vista del Ararat.

Con una clara vocación de esteta, y fiel a un estilo emparentado con el realismo mágico presente en toda su filmografía, el cineasta entrecruza historias y personajes que de algún modo están vinculados a la montaña. La política, la religión, esa violencia tan presente en la sociedad armenia, se van colando en este cuadro cambiante, para el que Askarian se inspiró en Hokusai, el pintor japonés que pintó el Fuji Yama desde todas las perspectivas posibles. Askarian defiende el arte en sí mismo, pero eso no le impide destilar compromiso en todas sus películas. "Espero que algún día la situación en Armenia cambiará, y la gente podrá vivir normalmente. Confío en que la película ayude porque habla de los problemas que tiene el país".

A él, permanecer en el exilio le resulta muy útil en su trabajo. "Es una situación ideal, las cosas sólo se ven bien desde fuera", dice Askarian, implicado en tres nuevos proyectos, muy emparentados entre sí: la adaptación de una novela de Tolstoi "que habla de la colonización rusa del norte del Cáucaso hace 300 años, donde están los chechenos"; una película "sobre chechenos modernos, sobre agentes de la KGB y la mafia, resultado de la historia que empezó tres siglos atrás", y otra basada en la vida de un escritor soviético torturado hasta la muerte por su posición de denuncia. Queda claro que Don Askarian ha aprendido a sobreponerse al miedo.

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