EXTRAVÍOS Intrusos
Él mismo, un compuesto de elementos diversos, o, como hoy se estila decir, un híbrido, el arte provoca la intrusión, y más en nuestra época, en la que se ha convertido en la universal golosina para todos los placeres y todas las admoniciones. Etimológicamente, el término "intruso" procede del latino intrusus, participio del verbo intrudere, que significa "introducir" o "introducirse", pero de tal forma que el introducirse del intruso deriva asimismo de "empujar", con lo que se explica el matiz peyorativo o preventivo que conserva en castellano. Sean cuales sean las raíces y los usos de la intrusión, no siempre los empujones de quien la practica son oportunistas. Antes, por el contrario, el pensamiento humano y, por supuesto, el arte no habrían sido lo que son sin la decisiva aportación de los intrusos, entendiendo a éstos como los que los abordan desde otros horizontes vitales o profesionales.
Toda la parrafada anterior viene dictada como premisa para comentar la publicación de sendos libros sobre arte de un par de ilustres intrusos. El primero, titulado El poder del arte (Crítica), de Simon Schama, un gran historiador anglosajón, que progresivamente se ha dejado absorber por el estudio y la divulgación de la historia del arte, fruto de lo cual es el libro que acabamos de citar, que reúne varios ensayos sobre grandes artistas, como Caravaggio, Rembrandt, Bernini, David, Turner, Van Gogh, Picasso y Rothko, con los cuales realizó una serie para la televisión. El segundo, El enigma de la luz. Un viaje en el arte (Siruela), de Cees Nooteboom, escritor holandés de temas varios, aunque especializado, sobre todo, en la literatura de viajes y la novela, lo cual se refleja en el presente libro, que consta de los comentarios que le han suscitado diferentes artistas en sus recorridos por los museos de todo el mundo, como, entre otros, Piero della Francesca, Leonardo, Bruegel, Rembrandt, Vermeer, G. B. Tiépolo, C. D. Friedrich, De Chirico o Hopper.
Pues bien, aunque Schama, por razones de su mucho oficio, se ajusta más o mejor que Nooteboom a lo que se entiende por un historiador del arte académico, lo decisivo de la aportación de ambos al relacionarse con el arte es que su respectiva pasión por esta materia no se ha enfriado con los remilgos eruditos, ni con las protocolarias convenciones de los así llamados "profesionales"; esto es: ninguno de los dos han perdido la capacidad de asombro y el fuego narrativo que caracteriza a los intrusos, que se atreven con todo y a decirlo todo, aunque, a veces, tropiecen en sus amorosos abordajes, como quien dice, "a empellones".
Pero ¿no es acaso el mismo arte un violento abordaje a la realidad establecida para reconstruirla de una forma más esclarecida y estimulante? ¿No es el arte, en efecto, una desvencijadora intrusión en lo real hasta lograr que destile su intimidante misterio, aunque esta aventura esté repleta de peligros? "El arte supremo tiene unos modos horribles", afirma Schama en la primera frase de su colección de ensayos, mientras que Nooteboom dedica la última de su libro a comentar la "amenaza" que habita en los cuadros de Hopper, incluso cuando no hay en ellos ninguna figura humana. Ninguna de estas sentencias resulta patética, porque están explicadas. En cualquier caso, lo contrario de intruso es lo abstruso, que es lo que queda impenetrable por la incapacidad erótica o narrativa de quien lo aborda. Hay desgraciadamente, eso sí, muchos más abstrusos que intrusos en el mundo artístico actual. -
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