Divos sublimes
El bel canto está de moda. Es el triunfo de la agilidad, la perfección técnica y la bravura en los agudos, pero también de la elegancia del fraseo, el lirismo ardiente y la delicadeza expresiva, virtudes que hoy exhiben de forma portentosa la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli y el tenor peruano Juan Diego Flórez. Lo suyo es una rara combinación de talento, belleza vocal, perfección técnica y asombrosos agudos. Curiosamente, también comparten trono en el mismo sello discográfico, Decca, del que se han convertido, tras la muerte de Luciano Pavarotti, en sus más cotizadas estrellas. Ahora coinciden en el mercado sus dos últimos discos, en los que, también curiosamente, ambos dirigen su mirada hacia dos divos del pasado que podrían ser sus almas gemelas, Maria Malibran (1808-1836) y Giovanni Battista Rubini (1794-1854), grandes figuras líricas del siglo XIX hoy sólo recordadas por los aficionados a la ópera.
Bartoli, que acaba de demostrar su pasión por la Malibran al público español en dos memorables conciertos en el Teatro Real de Madrid y en el Palau de la Música de Barcelona, rinde homenaje a la diva decimonónica en Maria, un álbum cargado de sorpresas. La inquieta cantante romana parte de la base de que la voz de la Malibran era de mezzosoprano con agudos, con una extensión de tres octavas y facilidad para el canto ornamentado, lo que le permite asumir su repertorio, incluidas arias propias de soprano, como las de Norma, La Sonnambula e I Puritani, todas de Vincenzo Bellini, adaptadas a su vocalidad. Bartoli despliega sus más fastuosas armas, desde el canto íntimo y elegiaco al de coloratura, exhibiendo una riqueza de dinámicas, del grave a los agudos estratosféricos, de asombroso impacto. Entre los momentos sublimes del disco, una Casta diva de ensueño y una bellísima aria de la olvidada Inés de Castro, de Giuseppe Persiani; no es la única rareza en un programa que incluye otros siete fragmentos inéditos, como la escena Infelice, de Mendelssohn, y arias de Irene, de Paccini; Amelia, de Rossi, o Clari, de Halévy, que Bartoli cantará en Zúrich en mayo de 2008. Para redondear el homenaje, canta dos piezas de la propia Malibran y de su padre, el tenor, compositor, empresario y maestro de canto Manuel García, entre ellas la canción Yo que soy contrabandista, dicha con garbo. El buen acompañamiento de la orquesta La Scintila y Adam Fischer completa el atractivo disco.
Juan Diego Flórez rinde homenaje a Rubini haciendo gala del más perfecto muestrario de virtudes belcantistas que hoy puede escucharse en el planeta lírico; fraseo depurado, agilidad en los adornos, elegancia suprema y un registro sobreagudo que roza el milagro. Adorado por Bellini, Rubini, cuya tesitura alcanzaba el fa sobreagudo -conviene recordar que en su época se usaba la técnica del falsete para resolver las notas más agudas-, estrenó I puritani e Il pirata, título incluido en un programa que reúne papeles escritos directamente para Rubini junto a otros que asumió en su exitosa carrera. Con un timbre cada vez más rico, Flórez deslumbra con un fiato tan portentoso que le permite esculpir las frases líricas y sostener sin desmayo los agudos más espectaculares: basta escuchar el agudo final de la gran escena del Guillermo Tell de Rossini para caer rendido de admiración. Nadie canta hoy día Rossini como Flórez, y en este disco, en el que cuenta con el inspirado acompañamiento de Roberto Abbado al frente de la Orquesta y Coro de la Academia de Santa Cecilia, confirma su supremacía cantando de forma admirable arias de otras tres de sus óperas, Elisabetta, Il turco in Italia y La donna del lago. Un aria de Martin Falliero, de Donizetti, cantada con exquisito fraseo, y otra muestra del catálogo belliniano, Bianca e Fernando, completan un disco imprescindible para disfrutar la esencia del bel canto. -
Cecilia Bartoli. Maria. Orquesta La Scintila. Adam Fischer. Decca. Juan Diego Flórez. Arias for Rubini. Orquesta y Coro de la Academia de Santa Cecilia. Roberto Abbado. Decca.
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