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Crónica:FUERA DE CASA | OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Europeos

Europa ha sido capaz de los mayores horrores de la historia. En el pasado cercano, los civilizados europeos conocieron a la bestia conviviendo en su propio barrio. El mal vivía a la vuelta de la esquina. Tuvo formas, modos, estéticas y horrores que llegaron por todos los frentes. La miseria moral se disfrazó de negro, azul, blanco o rojo. Los hombres comunes cayeron cautivos y desarmados por ejércitos o dictadores. Unos más que otros, la verdad. Ni los países llamados del este, ni los ibéricos, tuvimos esa ventaja de salida con la que la mayoría de los europeos pudieron construir su futuro. Afortunadamente, el mal sí tiene quien le escriba. Tiene buena literatura. Buenas imágenes y buen cine. Estoy en Sevilla, en el suave verano de una semana de noviembre, para ver cine europeo. Y existe, lo estoy viendo, disfrutando y compartiendo en un festival que cada noche llena las salas para ver cine de autor. Pongan el nombre de Chabrol, Ken Loach, los Taviani, Schlöndorf, Jirí Menzel, Sokurov o Jacques Rivette. Y anoten los de Daniele Luchetti y Roy Andersson. Europeos, cineastas, narradores de historias duras sobre un mundo complejo. La explotación, el exilio, las emigraciones, los ilegales, el sexo, la prostitución, la soledad, la guerra o los radicalismos ideológicos de tiempos no tan remotos. Un mundo lleno de injusticias. No, afortunadamente, aquel que para sobrecogernos narró Vasili Grossman en Vida y destino. Los campos de exterminio ya son recuerdo, literatura, cine. Pero el mal desde dentro, el peligro del hombre corriente, sea un estudiante finlandés o un veterano nazi que actúa con sobrecogedora frialdad, no es sólo una obra maestra de Jonathan Littell, no es sólo el retrato de un verdugo del pasado como en Las benévolas. "Trastornados los hay en todas partes y en todas las épocas. Nuestros tranquilos barrios periféricos rebosan de pedófilos y de psicópatas... Matan a dos, a tres, a diez, incluso a cincuenta personas, y a continuación ese mismo Estado que los utilizaría, sin parpadeo, en una guerra, los aplasta como a mosquitos atiborrados de sangre". Como la mayor parte de la gente, el asesino no hubiera querido ser asesino. El cine europeo, ese cine que no es fácil de ver en cualquier sala europea, sigue dando libres y sueltas lecciones de verdades necesarias. Hay que ir a los festivales como este de Sevilla. Hay que ver cómo veinteañeros llenan las salas con historias tan poco complacientes y tan hermosas como algunas que hemos visto. Hay que defender ese cine, esa literatura. No es que haya riesgos de volver a aquella Europa que llevaba dentro el huevo de la serpiente, pero hay que defenderse de los marrulleros, de los negociantes, de los malos escritores, de los malos políticos que alarman con peligros en desiertos o montañas cercanas. Hay que guardarse para no volver a las montañas nevadas ni a las banderas al viento. -

FUERA DE CASA

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