El fruto de un impulso
Le han ofrecido montar una exposición con sus obras, pero Lydia Delgado carece de tiempo "para tomármelo en serio". Son cosas, dice, relacionadas con la esencia de las personas y requieren continuidad para sacarlas adelante. La falta de hueco en su agenda y la modestia -"he hecho cuatro cositas graciosas"- le impiden dedicar más tiempo al dibujo, aunque esos trazos le han acompañado desde niña. Si en la infancia se encuentra el origen de todo, su caso parece de catálogo. Desde pequeña se entretenía buscando en el bosque bolitas y plantas para montar collares y su madre hacía vestidos y se los probaba y ahí cree que puede encontrarse "el alimento" de su vida de adulta.
Fue precisamente un collar azul que llevaba puesto lo que llamó la atención de uno de los colaboradores de Antonio Miró el que decantó su carrera como diseñadora. Antes fue bailarina clásica y debutó en el Liceo, pero le parecía un mundo "demasiado cerrado y competitivo" y prefirió seguir con la moda y crear su propia línea de ropa. "Soy caótica, los bocetos los pinto al final. Me imagino las cosas en movimiento y nunca dibujo antes de tener la idea completa. En mi caso puedo hablar de un impulso, como un aire que me mueve", añade.
En sus tiendas de Madrid y Barcelona cuelgan algunos de sus cuadros y otros ocupan las casas de clientes que se empeñaron en comprarlos. Londres, la ciudad de la que acaba de regresar, se cuenta entre sus fuentes de inspiración, como las mujeres de labios rojos y rayas negras en los ojos o los retratos de Romaine Brooks y las esculturas de Louise Bourgeois.
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