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La investigación del 11-M

Los autores del 11-M proclamaron su deseo de atentar y de morir matando

Las conversaciones de los terroristas revelan su progresiva radicalización

Jorge A. Rodríguez

Eran radicales de palabra y obra. Primero hablaron de que querían cometer un atentado en España. Pero todo quedó en frases envalentonadas hasta que Jamal Ahmidan, El Chino, se puso manos a la obra. Las declaraciones de testigos, familiares de los terroristas y de los procesados por los atentados dejan claro cómo los principales criminales del 11-M y también algunos actores secundarios se fueron radicalizando hasta pasar de las palabras a los hechos.

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- El Chino: "Soy un elegido de Alá, no tengo miedo a morir". La radicalización del Chino venía de lejos. Ya en abril de 2000, antes de fugarse del Centro de Internamiento de Extranjeros donde estaba con el nombre falso de Said Tildni, habló con el jefe del centro: "Manifestó que tenía muchos millones de la droga, pero que había sido elegido por Alá para beneficiar a su pueblo y dirigirle, viniendo a decir que, como no tenía miedo a morir, era poco menos que invencible y que su gran ilusión era marchar a Israel a matar judíos". Su radicalismo también lo percibió Alí Hidaoui, del grupo islamista marroquí Justicia y Caridad, quien en abril de 2003 convivió con el Chino en la cárcel de Tetuán. Hidaoui detectó "un perfil de islamismo violento, con un discurso comprometido con Salafia Jihadía".

El 26 de febrero de 2004, Carmen Toro, la mujer de José Emilio Suárez Trashorras, discutió con el Chino en la casucha de Chinchón, cuando éste defendió el 11-S. "En Irak también están muriendo inocentes con el envío de tropas españolas por Aznar", replicó el terrorista. El 4 de marzo, el Chino se despidió del ex minero: "Si no nos vemos en el cielo ya nos veremos en la tierra".

Su hermano Mustafá ya supo tras el 11-M que Jamal estaba tras la matanza, según declaró en el juicio: "Le pregunté por qué la policía preguntaba por él en España y Marruecos, si tenía relación con estos hechos y me dijo, 'sí, estoy en ello. Son gente de tu barrio los que han hecho esto. Pide a dios para que no nos cojan vivos". El día que se iba a matar en Leganés, el Chino le dijo a su familia: "Por fin voy a estar junto a Alá, pero no voy a ir solo, voy a morir matando, con sangre".

- El Tunecino: "Hay que atentar en España porque está en la guerra de Irak". Serhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, fue radicalizándose en España con el roce con responsables de Al Qaeda en Europa. "Al principio era religioso pero no hablaba de yihad, pero tras contactar con Amer el Azizi comenzó a tener pensamiento de yihad", según Khalid Zemini Pardo. En agosto de 2003, ya le iba contando a sus amigos "que iba a cometer un atentado en España" o que iba a entrar a sangre y fuego en una comisaría "porque España es un país que está en contra de los musulmanes porque España está en la guerra de Irak".

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- Lamari: "Nunca me cogerán vivo". Allekema Lamari era una bomba ambulante. Meses antes del 11-M, el CNI avisó al Ministerio del Interior de que Lamari estaba descontrolado: "Desde su salida de la cárcel su único objetivo es (...) llevar a cabo en territorio nacional atentados terroristas de enormes dimensiones, con el propósito de causar el mayor número de víctimas. También comentó la posibilidad de materializar la amenaza llevando a cabo descarrilamiento de trenes". Lamari tenía amistad con el sirio Safwan Sabagh. El 27 de marzo de 2004, Lamari le dijo a su amigo: "A mí nunca me cogerán vivo, Ya nos encontraremos en el cielo. Dí a los hermanos que recen por mí".

- Kounjaa. "Vamos a estallar con ellos". Abdennabi Kounjaa no parecía un hombre violento, pero su última conversación de despedida, el mismo 3 de abril, con su hermano Abdelkáder, demuestra lo contrario:

Abdennabi (A): Ahora me voy con dios, a encontrarme con Dios.

Abdelkáder (K). ¡Qué dices tonto! Ven, ven aquí. ¿Qué dices?

A. Estamos rodeados en una casa y vamos a morir con ellos.

Previamente, había dejado un testamento para sus padres, mujer e hijas: "Yo he elegido la muerte como camino para la vida".

- El Egipcio: "El hilo de Madrid soy yo". Habrá que esperar a la sentencia para ver si el tribunal toma en cuenta las grabaciones que se efectuaron en Milán a Rabei Osman, El Egipcio. Pero, según la traducción que sostienen como buena los investigadores de Milán, el Egipcio se vanaglorió del 11-M. "El hilo de Madrid soy yo (...) En el momento del hecho no estaba allí, pero, te digo la verdad, antes de la operación, el día 4, he tenido contactos con ellos (...) cinco han muerto mártires y a ocho les han arrestado". Pero su frase más radical la pronuncia cuando estaba viendo con su amigo Yaiha la decapitación del ciudadano americano Nicholas Berg, secuestrado en Irak: "Esta es la política... ve al infierno, enemigo de Dios, mátalo, mátalo... sí, así... dególlalo bien, córtale la cabeza... si fuera yo le habría quemado para hacerle probar cómo es el infierno. Dios es grande".

- Almallah: "No descansaré hasta ver caer las Torres Kio". Mohanad Almallah Dabas negó durante el juicio haber dicho eso. Pero su novia tangerina, que presenció reuniones islamistas en la casa-patera de la calle de la Virgen del Coro, insistió: "Me dijo que no descansaría hasta ver caer las Torres KIO", de Madrid. Almallah reconoció que El Tunecino, cada vez que podía, le invitaba a sumarse a él "para hacer algo importante". De la mujer que le denunció dice que está llena de rencor.

A la izquierda, El Tunecino, durante sus clases de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid.
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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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