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Reportaje:

Un regalo a Contador

El Tour de 2008, con menos contrarreloj, buscará el espectáculo de los escaladores

Carlos Arribas

La noche anterior, en el escenario, Charles Aznavour, de 83 años, en su enésima gira de despedida. El corazón de Francia. El crooner de los sentimientos, el monumento del romanticismo al micrófono. La mañana siguiente, ayer, París luminoso y frío en casi noviembre, en el mismo gigantesco escenario del grandioso anfiteatro del Palacio de Congresos, el Tour de Francia, 104 años, otro monumento. El mismo espectáculo. En la pantalla, gris riguroso, negro rugoso de asfalto, un corazón amarillo. En su interior, formando los bordes puntiagudos del músculo vital, tres palabras, Le Tour toujours, el Tour siempre, por siempre, para siempre. Cuánta sacarina. Y el director, el diseñador, niño con lapicero y mapa, del recorrido de 2008, Christian Prudhomme, con el mismo micrófono de Aznavour, el mismo mensaje, "el Tour del romanticismo". Cuánta glucosa.

"El futuro televisivo son etapas movidas, de ataque", explica el vencedor en 2007
"Para ganar, debería pesar 10 kilos menos. Que gane Contador", bromea Pereiro

Claro que a Alberto Contador, al chico de Pinto, el ganador de la carrera en 2007, tan serio como en sus mejores momentos, sentado en la segunda fila, el adorno pseudo-romántico-ético-histórico no le importaría nada si no fuera porque gracias a él, gracias a la necesidad del Tour de seguir siendo un hito inevitable de la historia sentimental de la última Francia, el recorrido de 2008 no le habría complacido tanto. "Estoy contento, estoy contento", reconoció Contador, finalmente, incapaz de contener la sonrisa; "me gusta, me ilusiona el recorrido, aunque, claro, si se tratara de exigir, no me habría importado que hubieran puesto además un prólogo, una cronoescalada y que la última contrarreloj fuera la corta, no la primera". Pero lo dijo con la boca pequeña, con la misma sonrisa pícara con la que su director, Johan Bruyneel, el hoyuelo de la barbilla en todo su esplendor, apreciaba, antes del desvelamiento oficial, un Tour 2008 evidentemente diseñado para escaladores, un Tour a la medida de Contador.

En 1992, Miguel Indurain, el gran rodador, el devorador del llano, dispuso de 147 kilómetros de contrarreloj individual, dos largas de 70 kilómetros cada una más un prólogo y otros 64 kilómetros por equipos. El hombre más feliz del mundo.

En 2008, a Contador, escalador sin par, le han preparado 80 kilómetros contrarreloj individual y una planificación que incluye ausencia de bonificaciones, llegada en duro repecho ya el primer día -lo que no disgustó en absoluto a Eusebio Unzue, director de Alejandro Valverde en el Caisse d'Épargne, ya candidato al primer maillot amarillo de la carrera-, primera llegada en alto el sexto día -estación de Super-Besse, en el Macizo Central-, tres llegadas en alto: una en Pirineos -Hautacam, donde Riis mató a Indurain en la edición de 1996- y dos en los Alpes -Pratonevoso, inédita meta italiana para el Tour donde en 2000 ganó Garzelli una etapa del Giro, y, el último día de montaña, a cuatro días de la meta de París, la reina, Alpe d'Huez- y ninguna jornada con más de tres cols. "Alpe d'Huez, el monumento de la edad moderna del Tour", sentenció Prudhomme, con la misma sinceridad de un actor, con su modulada voz de locutor televisivo, "cerrará un Tour muy rítmico, sin tiempos muertos, sin lugar para el aburrimiento".

Y Contador, que las caza al vuelo, que penetra sin pestañear hasta el núcleo de la cuestión, que sabe que entre él, el escalador espectacular, y el Tour, que busca espectáculo, hay necesidad mutua de llevarse bien, lo tradujo inmediatamente: "El Tour se ha dado cuenta de en dónde está el espectáculo, en etapas como la del año pasado en el Peyresourde o el Galibier", dijo el madrileño, que portará el dorsal número 1 en la salida de Brest el 5 de julio de 2008. "El futuro televisivo es eso, etapas movidas, etapas de ataque. El año pasado yo puse una cruz en la de Plateau de Beille; éste se la he puesto a la de Alpe d'Huez, con el Galibier y la Croix de Fer antes", añadió el corredor de Pinto.

A Prudhomme, para ser el perfecto director del Tour de Francia, le falta quizás cintura, sentido del humor. "¿Un regalo a Contador?", se inquieta ante el periodista que se lo apunta; "¿qué es eso?, ¿cómo puede pensar eso?".

Óscar Pereiro, el ganador del Tour de 2006, que asistió a la presentación al lado de Contador, compartiendo codazos de complicidad en los momentos cumbre, quizás no sería el mismo encanto sin sentido del humor. "Uff", dijo, "para ganar este Tour yo debería pesar diez kilos menos. Que lo gane Contador. A mí me gusta porque habrá terreno para las etapas que me gustan, para las fugas y el espectáculo". Pereiro ya ganó el Tour de 2006 con una fuga de media hora en una etapa de media montaña.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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