Nalbandián puede con todos
El argentino derrota a Federer tras perder el primer 'set' por 6-1 y gana en tres días al suizo, a Nadal y a Djokovic, los mejores del mundo
Hasta la tecnología conspiraba contra David Nalbandián. Roger Federer se había llevado el primer set de la final del torneo masters de Madrid escondiendo con el marcador la igualdad del partido (6-1). El rubio de Córdoba buscaba la puerta por la que lanzar su contraataque. Encontró una bola de break. Tensó su cuello de toro, olfateando el gran momento que llegaba. Y perdió la oportunidad con un ace. Nalbandián protestó como si fuera un resorte. De inmediato. Pidió la asistencia del Ojo de Halcón. Que las cámaras refrendaran que la bola había sido mala. Y el sistema se declaró en huelga. No funcionó y apagó su fuego. El argentino rezongó escupiéndole palabras al suelo. Discutió con el juez de silla. Y empezó a vivir pendiente del ruido, las azafatas... de cualquier cosa que no fuera el partido. Fue un tenista a un paso de la autodestrucción. Escuchó un siseo. Y volvió a protestar, comió si fuera John McEnroe en la final de Roland Garros 1984: un hombre refunfuñando ante un cámara de televisión. Nalbandián paró el partido durante 10 minutos porque una válvula de aire comprimido estaba abierta. Dos horas después había ganado al número uno (1-6, 6-3 y 6-3).
"Tras el final del primer 'set' empecé a apretar los dientes. Me salió todo"
Federer estuvo desconocido. Gritó y lamentó sus fallos como pocas veces
Nalbandián paró el partido 10 minutos al quejarse del siseo de un tubo de aire
En medio, Federer redescubrió al protagonista de sus pesadillas de adolescente. Al hombre que, según dijo en la víspera, "le daba miedo". La rivalidad entre el suizo y el argentino es tan vieja como la veintena de partidos que les han enfrentado. Fueron grandes estrellas en el circuito junior en los años 90. Protagonizaron momentos vibrantes como profesionales. Y ayer escenificaron las razones que habían convertido a Nalbandián en el último hombre capaz de ganar a Federer bajo techo y en pista rápida: juego agresivo, de arrancada y mordisco. Juego a machacamartillo, duro y contundente. Juego de herrero distinguido, dictado desde el centro de la línea de fondo, con el cuerpo haciendo de muelle y la figura compuesta como un golfista.
A Federer, el campeón indestructible, le entró el tembleque frente a la resurrección de sus malos recuerdos. Gritó y se lamentó ante alguno de sus fallos como pocas veces se le ha visto. Discutió las decisiones del árbitro -"No way!" , chilló cuando le cantaron una bola mala. Y no quiso ver en su derrota, la séptima de la temporada, signos de cambio ni avisos con vistas al torneo de maestros de Shangai.
"Fue un partido duro", reconoció el campeón. "Perdí 6-1 el primer set, pero sabiendo que había tenido mis opciones en cada juego. Tuve un poco de mala suerte. Se me fue muy rápido. Empecé a presionarle. Con el 3-0 pasó lo de la manguera [de aire comprimido], luego con los altavoces también hubo algún problema, pero seguí concentrado, sabiendo que para ganar tenia que jugar increíble, como hice. Me salió todo".
Nalbandián, número 25 del mundo, cerró con su victoria una semana increíble. En tres días ha derrotado a Rafael Nadal, número dos del mundo; a Novak Djokovic, número tres; y a Federer, el número uno. El resultado acrecienta su fama de tenista difícil, amante de los focos y alérgico a los papeles secundarios. El argentino se activa sólo ante los grandes retos. Quizás por eso no apareció en la final hasta muchos minutos después de que empezara, justo lo que tardó Federer en ganarle la primera manga.
"Sobre el final de ese set empecé a apretar los dientes y a apurar cada pelota. Luego, jugué increíble", admitió el argentino. "Cuando entro a la cancha trato de ganar a todos. Con problemas físicos es difícil, pero sé que cuando estoy bien le puedo ganar a cualquiera. Y cuando uno lo logra como contra Federer es increíble", se felicitó el campeón.
Por una vez, el suizo vivió a la defensiva. Acostumbrado a dominar desde el ataque, se quedó en tierra de nadie. Asistió a la carga de Nalbandián como quien espera su gran momento. Siempre pareció a un centímetro de darle la vuelta al partido. Ofreció a la grada su catálogo de autor, golpes únicos, mágicos e irrepetibles. Sus combinaciones de saque y volea. Y sus latigazos impredecibles. Cada uno de esos chispazos, sin embargo, llegó en bolas irrelevantes y sin peso en el partido.
Federer le puso sal a la final. Nalbandián, picante. Llegó a la victoria desde la protesta. Y dejó un apunte camino del torneo de maestros de Shangai, que reúne en noviembre a las ocho mejores raquetas de la temporada: Federer no es imbatible.
"Nalbandián no me ha dejado jugar como quería"
Vestido con su americana oscura, Fabio Cannavaro fue el primer testigo de la frialdad de Roger Federer. El número uno acababa de perder la final del masters
de Madrid. Ya se había duchado. Y actuaba como si nada hubiera pasado, encantado de atender a los invitados VIP del torneo, indiferente frente a la derrota. "Estas cosas pasan", le explicó al defensa del Madrid que, como Raúl e Higuaín, acudió a la zona reservada a los tenistas para enterarse de cómo marchaba el Gran Premio de Brasil de Fórmula 1.
"Voy a hacer la rueda de prensa y luego me voy", le contó Federer al central madridista mientras detallaba sus planes de viaje. "Por cierto... ¿dónde es vuestro próximo partido de Champions?".
Luego, apretones de manos. Besos a las señoras. Recuerdos a Mirca, la novia del tenista. La despedida - "All the best and good luck", le deseó Federer al italiano. Y la rueda de prensa.
"Fui más agresivo en el primer
set y él en los otros dos", analizó el número uno,
que aguantó con humor las preguntas de
Caiga quien Caiga, Sé lo que hicisteis la última semana
y otros programas que nada tienen que ver con el deporte de la raqueta.
"Luego no pude ser tan agresivo. Ha sido más duro, con un juego más profundo. No me ha dejado jugar como quería. Ha hecho un gran torneo. Además, es uno de los jugadores contra los que más veces he perdido", continuó. "Hubo un momento en que me ganaba siempre. Ahora conozco mi juego, mis posibilidades y mi actitud es distinta. Ya nadie me sorprende. Antes creía que cualquiera me podía ganar. Antes pensaba que el talento, no la lucha, hacía la diferencia. Ya no. Intenté luchar, pero no fue suficiente. No tuve mi mejor día", reconoció.
Federer se marcha ahora a Suiza, donde tiene previsto jugar el torneo de Basilea. Luego, el masters de París. Y, para cerrar el año, la defensa del título de maestro de maestros en Shanghai. ¿Teme que la derrota le afecte? "No", contestó a los periodistas francófonos. "Mentalmente estoy fresco, justo en la forma física que quiero estar y me siento fuerte", argumentó. "Todavía tengo una buena opción de acabar bien el año", cerró.
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