Himno
El foro digital de este diario preguntaba hace unos días a los internautas qué pensaban de los intentos de dotar de letra al himno español. Algunas de sus respuestas aparecían publicadas el sábado, el mismo día en que TVE-1 iba a hacer una aportación fundamental a la reflexión. En el estadio de Aarhus sonaba la Marcha Real mientras un barrido de cámara reproducía los rostros de los jugadores. Unos cerraban los ojos absortos, la cara vuelta al cielo; otros fijaban la punta de las botas, como disimulando; y otros aún miraban distraídos a lado y lado. Viva la unidad. Llegado el turno de la selección danesa, una fanfarria dio el tono y jugadores y espectadores se pusieron a cantar su himno a cappella como una sola persona. El comentarista Juan Carlos Rivero subrayó la diferencia de actitud, a lo que Alfredo Relañó replicó: "No sé yo si a estas alturas la letra sería del gusto de todos". El día antes las notas del himno habían servido de música de fondo para el abucheo a Zapatero durante el desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid. También por televisión pudimos ver a Aragonés abroncando a los seleccionados durante los entrenamientos: nada de sentir los colores o el himno, ¡palo y tentetieso! Y encima el resultado le dio la razón.
Acabado el partido, ponían Escenas de matrimonio (Tele 5), la serie de éxito en que ellos se pasan el rato llamándoles focas a ellas y ellas les devuelven la amabilidad tildándoles de impotentes: así se quieren las parejas españolas. Al cabo, por la misma cadena, aparecía el radiofonista Luis del Olmo en La noria. "Noto que la gente está crispada", descubría. Y acto seguido volvíamos a ver aquella entrevista en que José María Aznar, a la sazón presidente del Gobierno, contestaba con un prolongado silencio a la petición del locutor de que recibiera al colega Iñaki Gabilondo. Un silencio tan español como el del propio himno. Ya puestos, podríamos suprimir también la música, demasiado armónica, y en su lugar colocar un descomunal ladrido. Eso sí nos identifica como pueblo.
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