'Testiculina' y alternancia
La esencia de la democracia no es la alternancia sino el gobierno de la mayoría con el respeto a las minorías. La alternancia puede ser buena porque permite aportar nuevas ideas a la gestión de lo público. Pero si la mayoría no quiere no se puede imponer por mucho que se implore o se exija. El drama real es que en 25 años el PP no haya sido capaz de fraguar una alternativa al PSOE. Si me apuran es hasta malo para Andalucía porque puede llevar al gobierno socialista al acomodo y en política hay que permanecer en constante tensión.
El PP tendría que reflexionar en qué falla para que si todo va tan mal como ellos dicen, la gente no tenga su misma percepción. Es posible que el candidato no sirva. Arenas fue algo nuevo la primera vez que se presentó. Era un político joven y parecía traer ideas modernas y moderadas a la derecha andaluza. Ahora representa el continuismo, la política de Aznar, la derecha de siempre. Dicen que despierta simpatía en el trato personal, pero es incapaz de unirle un proyecto creíble para los andaluces.
En su partido ha funcionado alguna otra fórmula, como el caso del candidato por Córdoba, un político joven que sorprendió con sus resultados. En cambio el PP ha optado por un candidato que salió derrotado en dos ocasiones y que prefirió el abrigo del poder en Madrid al compromiso con Andalucía. Arenas se ha convertido así en un político amortizado que parece a la espera de una rápida resolución para su retiro de la política andaluza. Debe ser que, como puso un director de un periódico americano en su despacho "peor es trabajar". Lo que hace falta es menos pico y pala, menos carretera y manta y más abrir camino a nuevos proyectos y nuevas generaciones.
Decir que Andalucía es un régimen porque el PP no gobierna es volver a la archisabida copla del voto subsidiado o de que hay votos inteligentes y votos tontos. Los listos son los que votan al PP, claro. La ofuscación por una mala perspectiva conduce a la radicalidad y de ahí a pedir la dimisión del presidente de la Junta cada dos por tres, a reclamar la rebelión de la ciudadanía, como si fuera un Ché Guevara de la derecha o a pedir un poquito de por favor a los andaluces con la milonga de la alternancia. La exageración alcanza límites grotescos en la alcaldesa de Fuengirola y portavoz del PP en el Parlamento andaluz, que rescata la testiculina, el argumentario de la derecha española más rancia, la que va de El Empecinado a Girón y Velasco, el León de Fuengirola, con ese alegato reaccionario de "se han bajado ustedes los pantalones".Hay que ver lo que le gusta a la derecha la virilidad y la política macho, prietas las filas recias marciales nuestras escuadras van. Cuando no hay argumentos viene lo de dar un puñetazo en la mesa y en la Europa actual las cosas se consiguen con argumentos y negociación.
Es cierto que el debate presupuestario es gris y complejo. Es de difícil comprobación hasta pasados unos meses. Algunos pueden comprender lo que está en los Presupuestos pero el conjunto de la ciudadanía no lo entenderá hasta que no vea ejecutar lo que se dice. En cualquier caso creo que ha quedado un poco desfasado el argumento de lo que le dan a otros. Ni cuando Madrid recibía una riada de millones de Aznar ni cuando Cataluña pacta sus inversiones. La gente no compra ya el producto del privilegio catalán, sobre todo después del verano que han tenido de desastres en las infraestructuras. Bien es cierto que la cláusula de su estatuto que garantiza las inversiones por el PIB es profundamente reaccionaria. Pero que todos los argumentos del PP giren sobre lo que recibe Cataluña en vez de sobre lo que va a recibir Andalucía debe esconde que nuestra comunidad autónoma ha salido bien parada.
La comparación entre las inversiones de los Gobiernos de Aznar y los de Rodríguez Zapatero perjudican mucho al PP, por lo que jamás hablan del asunto. Si vamos a recibir un 21% más de inversión y si este Gobierno la ha duplicado con respecto a los del PP no creo que lo importante sea mirar a Cataluña, por insolidarios que sean sus argumentos. Recibimos más en términos absolutos, pero menos en inversión por habitante. Eso sí, como nunca en la historia.
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