Un punto de la nada
El Madrid rescata a última hora un empate ante un Valladolid superior que se desplegó como un huracán
No hay equipo del pelotón que no tenga sus armas, ya sea el desinhibido Almería que visitó Chamartín en la tercera jornada o el frenético Valladolid que anoche asfixió al Madrid. Dos vías de grandeza que amplifican el empaque de una Liga en la que los secundarios reniegan de su etiqueta. Dos vías gratificantes, por mucho que los andaluces se estrellaran en el Bernabéu y los castellanos cedieran dos puntos de forma inmerecida. La falta de puntería y un desatino defensivo a última hora le condenaron ante un Madrid que siempre le fue a rebufo.
En Zorrilla, el equipo de Mendilibar fue un huracán, se desplegó de forma vertiginosa, sin dar un respiro a su imponente adversario, al que empujó contra Casillas desde el primer momento. Nada de titubeos, nada de concesiones, ni un instante de sosiego. El Valladolid jugó con una sobredosis de energía. Es un equipo sin pausa, que acelera en cuanto transita por las orillas, donde dos turbos como Sisi y Sesma esprintan una y otra vez. Una tortura para quien no esté en plenitud, caso de Míchel Salgado, fuera de foco hace tiempo, y que fue torturado por Sesma. Marcelo no lo pasó mucho mejor con Sisi. En realidad todo el Madrid se sintió muy exigido. Al equipo de Schuster no le quedó más remedio que exhibir su versión más estajanovista. En este campeonato se encontrará muchos partidos como el de anoche, duelos huesudos que requieren más firmeza que exquisiteces.
VALLADOLID 1 - REAL MADRID 1
Valladolid: Butelle; Pedro López, Rafa, García Calvo, Óscar Sanchez; Borja, Álvaro Rubio (Vivar Dorado, m. 81); Sisi (Marcos, m. 76), Kome (Víctor, m. 64), Sesma; y Llorente. No utilizados: Alberto; Cifuentes, Javier Baraja y Ogbeche.
Real Madrid: Casillas; Salgado (Saviola, m. 83), Cannavaro, Sergio Ramos, Marcelo; Diarra, Guti; Robinho (Higuaín, m. 61), Raúl, Drenthe (Robben, m. 62); y Van Nistelrooy. No utilizados: Dudek; Heinze, Sneijder y Gago.
Goles: 1-0. M. 70. Pedro López, de un durísimo disparo desde 35 metros a la escuadra derecha de Casillas. 1-1. M. 85. Guti filtra un pase a Van Nistelrooy, que cede a Saviola para que marque.
Árbitro: Iturralde González. Amonestó a Salgado, Butelle y Borja. Lesionado, fue sustituido en la segunda parte por el cuarto árbitro, Costas Soto.
Unos 26.500 espectadores en el Nuevo Zorrilla.
Ausente Sneijder, el Madrid perdió de vista la pelota desde el principio. Se vio obligado a remar al dictado de su rival, un equipo de espíritu encomiable, aplicado y voluntarista, pero falto de pegada. Su asalto al Madrid no tuvo reflejo en Casillas, que sólo se dejó ver en un zapatazo de Sisi que el madridista desvió a mano cambiada. Pocos segundos antes le había imitado Butelle, su colega en la portería blanquivioleta. El francés se ganó los aplausos de Raúl, al que desvió un remate seco y preciso tras un servicio de Drenthe. Ciertamente, la única acción productiva del holandés, que dejó el lateral que tanto le incomoda para adelantarse a la posición de interior. Al juvenil holandés le falta templanza, le sobran latidos, y se aturulla demasiado. A la espera de que madure, hoy en día recuerda a su compatriota Davids: un futbolista tan ruidoso como poco sutil. Al margen del remate de Raúl, sólo un par de arrancadas de Robinho por el costado derecho descargaron al Madrid de la presión enemiga. Al ritmo que imponía el Valladolid, no había noticias de Guti, acostumbrado a otra cadencia y perjudicado por la sentada de Sneijder, su mejor socio en lo que va de temporada. Al Madrid le faltaron centrocampistas puros capaces de enhebrar el juego y bajar el volumen del encuentro. Con Higuaín y Robben por Drenthe y Robinho, ya en la segunda parte, el conjunto de Schuster no mejoró por las bandas y mantuvo la estepa por el eje.
El pulso, pese al empuje y optimismo local, sólo se emparejó cuando el Valladolid dio los primeros síntomas de desplome físico. Resultaba imposible mantener un ritmo semejante. Fue entonces cuando Robben dejó su huella por la izquierda, cuando Van Nistelrooy se asomó por primera vez al balcón de Butelle. En pleno equilibrio madridista, Pedro López, como si se hubiera acunado en la lujosa escuela de laterales brasileños, emuló a Carlos Alberto, Josimar, Roberto Carlos y tantos otros, y dinamitó la red de Casillas con un disparo soberbio, un obús imposible para cualquier portero. Un premio para el Valladolid, un castigo merecido para un Madrid inferior desde la apertura.
El impactante tanto de Pedro López no hizo despertar al Madrid, siempre con un punto físico inferior al de su rival, falto de estilo y muy raquítico en todas las zonas del campo. Pero los grandes tienen señas de distinción: a veces les vale con esperar un fallo del contrincante. Un hecho cotidiano en los equipos de menor rango, tan meritorios durante 89 minutos como capaces de autoinmolarse por un despiste. Le ocurrió a Marcos, al que le dio un ataque de pánico y, en vez de dar un paso al frente, se quedó como un poste, con el brazo en alto para demandar un inexistente fuera de juego de Van Nistelrooy. Mayúscula tropelía cuando el ejecutor del pase es Guti. Saviola sólo tuvo que soplar la generosa asistencia del holandés. Una máxima en el fútbol: los grandes rentabilizan como nadie cualquier despiste. Así rescató el Madrid un punto milagroso. Un punto salido de la nada que incluso estuvo a punto de perder si Llorente, en la prolongación, hubiera acertado solo ante Casillas. La ruleta sonrió al Madrid.
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