Un adolescente distinto
Los supuestos extraterrestres acostumbran a presentar un detalle físico que los delata. El meñique erecto o, en el caso de Kyle XY, sin ombligo. Los primeros capítulos de la serie que ha estrenado con notabilísimo éxito Cuatro esta semana no aclaran la procedencia del personaje. Sólo el hijo de la familia que lo acoge está empeñado en perseguir cualquier indicio añadido de su lejanísimo origen. Que Kyle dibuje una montaña como la de Encuentros en la tercera fase podría ser una cita cinéfila a favor de la tesis extraterrestre. Claro que si no lo es, será apasionante ver cómo justifican esa diferencia del jovencito. Un suspense debido a la negligencia de los médicos que lo examinan. Otra diferencia es que emplea el cerebro con más provecho que los humanos y tiene habilidades espléndidas como dibujar velozmente píxeles hasta replicar en el papel una imagen mental.
Pero eso no es lo central en la serie. La sustancia está en la perplejidad de Kyle viendo lo que hacen los humanos. Es una manera simpática de escrutar la nadería cotidiana. Los motivos de perplejidad están desigualmente administrados. Las fotos le confunden sobre el auténtico tamaño de los humanos y, en cambio, emplea conceptos tan esquivos como el de infierno. En estos primeros capítulos miramos mucho al recién llegado, pero todo indica que lo atractivo de la serie será ver cómo somos vistos por él. Estos cambios de perspectiva no son raros en otros mundos. En el libro de cuentos de Enrique Vila-Matas Exploradores del abismo nos relata que en el planeta Kajada la realidad mira a sus habitantes. "Y es que si te concentras bien, en Kajada percibes que eres observado siempre por la realidad".
Menos sarcástica que Eduardo Manostijeras, otro excéntrico que nos miraba, hay algo de sencillo cuento moral en esta historia. El domingo por la tarde, en horario para todos los públicos, repiten los capítulos. El que Kyle sea un adolescente puede despertar muchas complicidades, por todo aquello que él tampoco entiende de los mayores.
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