Gran reventón
España pierde el oro víctima de la excepcional labor de zapa de la Rusia de Kirilenko
Rusia reescribió la historia del baloncesto al ganar contra pronóstico y en el último suspiro a España, al campeón del mundo, al equipo que maravilla, el mismo que había ganado 33 de sus 34 últimos partidos y que, encima, jugaba en casa. La labor de zapa del equipo ruso resultó memorable. Secó a los pívots españoles y obligó a España a sobrevivir de un exceso de lanzamientos lejanos. Cuando el manantial se agotó, el campeón mundial empezó a perder fuelle. Las pasó canutas. Y Pau Gasol, exhausto, desacertado desde la línea de tiros libres, perdió la batalla de manera cruel. El jugador que ha abanderado al mejor equipo en los últimos tiempos, además de fallar siete tiros libres, varios en los instantes decisivos, malgastó el último cartucho en un último lanzamiento que pudo haber evitado el drama. Ese balón, a la desesperada en una última jugada con dos segundos y tres décimas de tiempo, besó el aro y se salió. Otra vez se despidió España del oro europeo, del sueño de ganarlo por primera vez y poner fin a la negra serie de cinco finales perdidas por sucesivas generaciones.
Pau Gasol, exhausto, perdió la batalla de manera cruel al fallar en el último segundo
Todo acabó al revés de cómo empezó. España atacó con soltura en el primer cuarto, dominó en el rebote y desorientó a los rusos con sus constantes cambios defensivos. El juego español bullía y daba la impresión de que le encaminaba a una más de su serie de imperiales victorias. A los rusos les costó adaptarse a la bullidora ofensiva que se les venía encima. Kirilenko pagó el desconcierto con dos faltas muy rápidas, apenas en cinco minutos, que comprometieron su partido. La cosa se puso de cara para España. Dominó por 12 puntos (25-13) nada más comenzar el segundo cuarto. Un espejismo.
Pero los rusos reaccionaron. David Blatt arriesgó dando entrada de nuevo a Kirilenko, al que apenas dosificó un par de minutos. Su equipo necesita al pívot de Utah Jazz como el aire que respira. Anota y es el eje sobre el que da vueltas el dispositivo. Holden dirige en función suya y cuando no está el asunto se complica para ellos. Volvió Kirilenko y España aflojó después de que Pau Gasol anotase su primera canasta en el minuto 13 (34-25) con un triple que ratificaba el desequilibrio en el tiro exterior: 7 de 13 triples acumulaba España por sólo 1 en 9 intentos de los rusos.
Blatt daba vueltas a la rosca para echar el lazo a Calderón, al que marcaron sucesivamente Holden, Pashutin y Ponkrasov. Con Cabezas, España mantuvo el tipo, con Sergio Rodríguez, que no ha tenido suerte porque siempre ha coincidido con los biorritmos más bajos del equipo, el marcador se apretó. Los rusos empezaban a hacerse fuertes en el rebote, a diversificar su juego, a encontrar espacios cerca del aro español para hacer efectiva la imponencia de Savrasenko, a forzar faltas y acudir a la línea de tiros libres. Y también a darse cuenta de que podían subir líneas porque era desde lejos desde donde les zurcían la badana.
La virtud se convirtió en defecto para España, que no logró escarbar con una mínima recompensa bajo el aro ruso. Tres únicas canastas concedieron los pívots rusos en los 20 primeros minutos. Y así continuaron las cosas. Savrasenko, Kirilenko, Khryapa y Morgunov cerraron dentro las líneas de pase e incomodaron hasta decir basta a Pau Gasol. Felipe Reyes le sacó la cuarta falta a Kirilenko antes de concluir el tercer cuarto. Se le encendía la luz de alarma al equipo ruso. Pero funcionaba de maravillas: la magnífica aportación del joven Ponkrasov, del poco estético pero efectivo Morgunov y sobre todo del multifacético Khryapa.
Los rusos se pusieron por delante por primera vez (49-51) en una declaración de intenciones clarísima: estaban preparados para llegar a las últimas consecuencias, para recrudecer su defensa, para aumentar su astucia, para poner a España en una situación crítica. Lo consiguieron. Encasquillaron el ataque español, que se quedó con Navarro absolutamente fuera de foco, con Rudy poco activo, sin apenas nada. España se quedó en la miseria.
Y, aun así, tuvo el partido en la mano cuando Pau Gasol, a pesar de fallar una vez más un tiro libre adicional, le dio cinco puntos de ventaja (59-54). Quedaban 108 segundos, el peor trago para la maravillosa generación que logró el Mundial el año pasado. Nada funcionó en ese empellón final. Kirilenko, Morgunov y Holden anotaron mientras que los ataques españoles naufragaron todos de manera inexplicable. La última canasta de Holden dejó un último cartucho. Lo quemó Pau Gasol, que no merece pasar como el villano de una memorable historia en la que él puso el primer ladrillo y que no debe concluir de esta manera. Ni él ni el equipo lo merecen, de la misma forma que hay que rendirse ante el portentoso partido del equipo ruso.
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