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Crónica:Fútbol | Fase clasificatoria para la Eurocopa de 2008
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una victoria de tercera

Sin vigor alguno y con un ritmo paquidérmico, España resolvió una insoportable faena de aliño ante Letonia

José Sámano

La globalización del fútbol no funciona. No hay torneo más insoportable que estas tediosas fases de clasificación que resultan interminables y están repletas de equipos incapaces hasta como teloneros. Lejos de programar una criba previa entre el pelotón de secundarios, desde los despachos de los totems federativos se sostiene un tinglado en propio beneficio: votos e ingresos.

ESPAÑA 2 - LETONIA 0

España: Iker Casillas; Sergio Ramos, Marchena, Juanito, Pernía; Joaquín (Angulo, m. 78), Albelda, Xavi, Silva (Cesc, m. 69); Villa (Iniesta, m. 49) y Torres. No utilizados: Reina, Ángel, Capdevila y Pablo.

Letonia: Vanis; Zirnis, Gorkss, Klava, Ivanovs; Laizans, Astafjevs, Bleidelis (Visnakovs, m. 75), Rubins; Karlsons (Pahars, m. 63) y Verpakovskis (Blanks, m. 89). No utilizados: Romanovs, Solonicins, Sumnis, Rimkus y Kacanovs.

Goles: 1-0. M. 14. Jugada de Joaquín por la derecha y su centro lo remata Xavi cerca de la línea de meta. 2-0. M. 86. Torres aprovecha un rechace del portero a tiro de Angulo.

Árbitro: A. Yefet (Israel). Amonestó a Astafjevs.

Unos 30.000 espectadores en el estadio Carlos Tartiere.

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Luis se niega a hablar

A nivel doméstico, selecciones clásicas, como la española, se convierten en una feria ambulante. A cambio de fútbol y competitividad: bombos, olas, cornetas y trasnoche infantil. El espectáculo llega a ser tan deficiente que, como ayer en Oviedo, ni siquiera se llenan plazas donde el único cartel es la Tercera División. Al fin y al cabo, en el Carlos Tartiere anoche no hubo un espectáculo mejor. Frente a un adversario tan tosco y endeble como Letonia, a España le bastó con racanear tras un gol de Xavi, la única ventaja hasta el acierto final de Fernando Torres. Sin vigor alguno y con un ritmo paquidérmico, el equipo de Luis resolvió una insoportable faena de aliño. En realidad, estos bolos oficiales no tienen otro objetivo. No seducen ni a los propios futbolistas.

Carteles como el de Oviedo no ayudan en nada a la actual selección española, sin brújula, sin estilo, deprimida por su errática fase de clasificación. Para medirse a sí misma, España necesita rivales de enjundia, contrarios exigentes. Ante equipos como el letón, destila una levedad exasperante, le falta chicha, carece de pegada. Letonia le entregó la cuchara desde el calentamiento. Le concedió la pelota, le dio aire en todas las zonas del campo, apenas enseñó los tacos y sólo se ocupó de Casillas en el sorteo de campos. Ni así se lució España.

Con todo a favor, el grupo de Luis no supo qué hacer. Más allá del guión de Xavi, el equipo se desplegó de forma rutinaria, sin chispa, sin alma. Por supuesto, faltaría más, que generó un puñado de ocasiones. Pero a esta selección le falta dinamita. De Villa no hubo noticias y Fernando Torres ofreció su peor versión, ésa con la que a veces recuerda a Kluivert, aquel holandés al que se le anudaban las espinillas cuando estaba a un centímetro del gol. A Torres, como a Kluivert, se le multiplican los problemas en cuanto se aleja del área. En Oviedo, por ejemplo, le ocurrió apenas un minuto antes del gol de Xavi. Despejada la frontera letona, el ariete del Liverpool arrancó en dirección al portero Vanins. Supersónico en la carrera y poco sutil en la conducción de la pelota, Torres perdió el control en beneficio del meta rival. Al ex rojiblanco le costó 85 minutos acertar con la red letona.

Escoltado por Silva, que se mueve mejor como interior que como extremo, Xavi intentó articular el juego español. No encontró el respaldo suficiente por la quietud de todos sus compañeros. Tuvo que ser el propio barcelonista quien acudiera al rescate de sus delanteros tras una buena jugada de Joaquín. El gol no despertó a España, que evidenció que no está para festines. Sufre en Islandia y no es capaz de ventilar con suficiencia a Letonia, que cayó en Asturias sólo por un gol más que en Liechtenstein. Elocuente.

En Oviedo, Luis apostó por el mismo equipo que le decepcionó e incumplió sus órdenes en Reikiavik. Sólo un cambio obligado: Albelda por el sancionado Xabi Alonso. La función requería imaginación, no el pico y la pala de Albelda, un pivote defensivo frente a un rival inofensivo como pocos. Luis le mantuvo hasta el final, aunque bien es cierto que la irrupción de Iniesta y Cesc tampoco alumbró a España. La entrada de Iniesta, el goleador internacional de moda de nuevo relegado al banquillo, resultó curiosa. Luis le hizo salir en el minuto 3 del segundo periodo, no directamente desde el vestuario. Si Luis pretendía que Villa, el sustituido, se despidiera con honores ante sus paisanos, la jugada le salió mal. El guaje fue ovacionado y el técnico silbado. Como Torres, con el que la pagó la parroquia incluso tras su tanto del final. A falta de otros alicientes, el público apela al paisanaje. Y, desde luego, este empachoso periplo clasificatorio no tiene atractivo alguno. El próximo duelo, en octubre con Dinamarca, será otro cantar. Pero esta indefinida España no emite buenas señales. Hace mucho que no tiene un sello. Le falta espíritu y energía, por mucho que enganche victorias de tercera como la de anoche.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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