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Reportaje:Tenis | Open de Estados Unidos

El día del 'correcaminos'

Ferrer, al que su técnico pide calma, busca hoy ante Djokovic la final

De la consulta del psiquiatra a las semifinales del Open de Estados Unidos. David Ferrer se juega hoy ante Novak Djokovic, vencedor de Carlos Moyà (6-4, 7-6 y 6-1), pasar a la final del último torneo grande del año. El español lucha contracorriente. Enfrentado al tenista de moda. Y ocupando el papel de actor secundario, tipo oscuro en escenario brillante, que un día le convirtió en un joven talento al borde de la retirada.

"Llegó deprimido y con un bajón de juego importante", recuerda Antonio Martínez Cascales, que acogió a Ferrer en su academia cuando el valenciano se sintió engullido por la vida de deportista de élite en Barcelona. "Era muy joven, tenía 18 años", cuenta Cascales, que trabajó unos meses con Ferrer y le vio partir cabizbajo. "No tenía ganas de jugar. Había cierto descontrol en su vida privada. Siendo tan joven, es complicado mantener la disciplina necesaria. Luego

"Es muy duro de cabeza. Nervioso. Entra 'espitado' a jugar. Ser irascible es su carácter", dice Duarte

[cuando Ferrer conoció a Javier Piles, su entrenador, en Dènia] recuperó la actitud y las ganas de ganar".

Ferrer es un tenista perfilado por las dificultades. "Es muy duro de cabeza. Ésa es una de sus virtudes", cuenta Javier Duarte, que ganó la Copa Davis como capitán de España. "Ser irascible es su carácter", añade cuando se le recuerdan las raquetas rotas, las sillas pateadas, los tacos y los insultos gritados a pleno pulmón. "En los partidos rompe muchas raquetas y se enfada bastante", abunda Cascales; "pero en los entrenamientos garantiza trabajo y buen rollo". "Es mi carácter", argumenta Ferrer; "otros jugadores tienen mejores golpes que yo. Necesito correr y correr. Tener carácter".

A Ferrer, de 25 años, le llaman el correcaminos. Pisa la vida y acelera. Demasiado para su entrenador. "Es una persona nerviosa que siempre entra espitado en la pista", resume Duarte; "Piles le dice que se calme, que no vaya tan deprisa entre punto y punto, que pare un poco el partido. Quiere que piense en lo que hay que hacer".

Piles y Ferrer, dos obsesos de la forma física, forman lo más cercano a una pareja de vigoréxicos en el mundo del tenis. El técnico, que corre maratones, descubre los alrededores de los hoteles a la carrera. Ferrer vive entrenándose. Hay que mantener vivo su interés. Y a ello se aplica Piles. Para mejorar el saque, por ejemplo, coloca botes de pelotas por la pista. Es un ejercicio de precisión con apuesta de por medio. Si los derriba, Ferrer gana algo. Si los derriba, anticipa un ace en un partido. ¿Sólo eso explica su éxito en Estados Unidos?

"Cualquiera que gane a Nadal sorprende, sea español o no", razona Duarte. "Eso es muy difícil, pero Ferrer tiene el nivel", continúa. "Es especialista en tierra batida, pero se desenvuelve muy bien en cemento al aire libre. Le cuesta más en indoor y sobre teraflex, pero está en el mejor año de su vida. Sobre cemento juega muy parecido a sobre tierra. Es muy rápido y eso le permite llegar al sitio igual que en tierra porque el bote al aire libre es parecido, aunque con intercambios más rápidos. Ha mejorado mucho la visión de la jugada hacia adelante. Duda menos con las bolas a mitad de pista".

Ferrer está viviendo "un sueño". Hoy busca su primera final en un torneo del Grand Slam. Lo hace frente a Djokovic, un comediante con raqueta que celebró su victoria sobre Moyà imitando los bíceps de Rafael Nadal. El serbio, que tira con bala, esperaba al número dos en las semifinales. Le toca Ferrer. Y el cambio, dice Cascales, no es una ventaja: "Cuando Ferrer está del 80% para arriba, es complicadísimo para cualquiera".

David Ferrer celebra su victoria frente a Chela.
David Ferrer celebra su victoria frente a Chela.EFE

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