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Columna
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Ascua

¿EN QUÉ género clasificar el libro titulado En el nombre de la madre (Siruela), del escritor italiano Erri de Luca (Nápoles, 1950)? Aunque no está escrito en verso, su prosa es manifiestamente poética, como corresponde al monólogo introspectivo, pero, a la vez, sin renunciar a la acción, tiene ritmo, con lo que está dramatizado. El monólogo es el de la Virgen María desde su sagrada concepción prenupcial, acaecida en la villa galilea de Nazaret durante el mes de marzo, hasta el feliz parto de la criatura en un establo de Belén a fines de diciembre. Las noticias escasas que tenemos de María proceden de los evangelistas Mateo y Lucas. "Aquí", -afirma Erri de Luca en la "premisa" que antecede al relato-, "se agranda un detalle por ellos esbozado: el ascua de la natividad en el cuerpo femenino, el más perfecto misterio natural". Al final de este breve texto preliminar, De Luca nos explica la tesis que subyace a este misterio sobre la naturaleza humana. "En el nombre del padre: inaugura la señal de la cruz. En el nombre de la madre se inaugura la vida".

Cuando la madre habla con el hijo, antes del parto, aún en su seno, lo que dice es, por fuerza, un monólogo, a diferencia de la conversación dialógica que mantiene con su marido, el mundo, lo exterior. He aquí un ejemplo del monólogo de María felizmente grávida: "Conoce mis pensamientos. Es un varón y me hace reproches. Ocupa todo mi espacio, no sólo el del regazo. Está en mis pensamientos, en mi respiración, huele el mundo a través de mi nariz. Está en todas las fibras de mi cuerpo. Cuando salga me vaciará, me dejará vacía como la cáscara de una nuez". Lo suyo, ya no será para sí, el monólogo quedará roto y las palabras deberán resonar fuera. El monólogo dura lo que la gestación: éste es el drama, un drama, sin embargo, que Erri de Luca prolonga durante una noche más, la del parto porque María parió sola, sin ayuda, y retuvo el privilegio de esta intimidad excepcional, sin testigos. Es cuando le dice secretamente a su hijo recién nacido: "Duerme, mañana verás la primera luz de tu vida y tendrás a tu lado la primera sombra. Dentro de mí no la hacías. Duerme, sueña que sigues allí, que tu vida tiene aún mis señas. En sueños podrás volver cuando quieras".

Todo está fuera de la ley en la concepción, la gestación y el parto de María, en la ardiente ascua de la natividad. No es extraño que, cuando asusta a José con la asombrosa noticia de su espontánea gravidez, confiese no sufrir ante la idea de las consecuencias: "De una hora a la otra yo ya no pertenecía a la ley". No la desobedece, sino que se sustrae de ella, se interioriza, se ensimisma. Toda gestación, toda creación celebran esta misma vía misteriosa monológica: la gestación, inaugura la vida; la creación, inaugura el retorno. Erri de Luca, que ha traducido algunos libros del Antiguo Testamento, "para despertar en el lector la nostalgia del original", imagina a María alegrándose ante la cita de un versículo antiguo dicho para explicar algo presente, porque así se anuda el día singular a la alfombra del tiempo. ¿Tendrá acaso el verdadero arte otro cometido que éste?

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