Un día extraño
Kilómetro cero, banderazo de salida y comienza el festival. ¡Al ataque! Raro es que esto no ocurra en la Vuelta. Es toda una tradición o quizá incluso sea marca de la casa. En el Giro, por ejemplo, lo frecuente es lo contrario. Por eso los corredores solemos estar más relajados en los momentos previos a la salida. Pero en la Vuelta ya puedes ir calentando los músculos en los kilómetros neutralizados porque sabes que cruzar la pancarta oficial y ponerte en tarea es todo uno.
Eso es lo que paso ayer -no podía ser de otro modo-. Un ataque, otro y otro, y todo el pelotón en fila de a uno hasta llegar al kilómetro 10, donde comenzaban las rampas del primer puerto del día. Un segunda categoría, por cierto, nada sencillo.
Y una vez allí comenzó el festival propiamente dicho, pues lo anterior había sido un mero aperitivo para asustar. Un ataque, y otro y otro. Un grupo que se corta y se va, dos o tres que se unen a ellos. Otro solo, otros cuatro o cinco, otro pequeño grupo. Total, que se formó un grupo cabecero de 38 corredores y el pelotón se paró. Se paró porque ya estaba bien así. Todos los equipos tenían algún representante en la escapada y el ritmo que se llevaba era demasiado exigente para muchos.
Resultado, que estaban escapados casi 40 corredores. Y la etapa acababa de comenzar. Y se puede decir que en aquel grupo, exceptuando a los favoritos para la general, estaban los corredores más fuertes de la carrera. Los más fuertes cuando la carretera se empina, se entiende. Porque, quitando a nueve o diez, en aquella subida el que no saltó fue porque no podía, para qué nos vamos a engañar. Yo, por ejemplo, bastante tenía con apretar para mantener mi posición en el grupo. Y como yo -eso me consuela bastante-, otros muchos.
Entonces se dio una situación táctica bastante extraña. Nadie quería tirar y el pelotón se paró en seco. Tres, cuatro, cinco minutos para los escapados y allí nadie tiraba. Y todos pensando que si allí alguien quería ganar la Vuelta en ese mismo momento la estaba perdiendo. Seguro que en los coches los directores estaban echando humo.
Al final, no llegó la sangre al río y un equipo cogió la responsabilidad cuando ya estaban por los siete minutos de ventaja. Y otros -entre ellos nosotros- nos solidarizamos con la causa y nos pusimos también a trabajar en sociedad.
Y se dio así la curiosa circunstancia de que uno de los equipos que más trabajó por detrás fue el que se llevó el gato al agua ganando la etapa con un corredor de la escapada. Etapa y liderato, premio doble además. Mientras tanto, los líderes salvaron el día y afianzaron posiciones. Y, después de la paliza, el resto bastante tuvimos con llegar. Un poco más tarde, un poco más despacio, pero llegar..., llegamos.
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