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Columna
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Política y políticos

Pocos días antes de iniciar las obligadas vacaciones de agosto, en una de esas tertulias que se inician como sin querer, tras un almuerzo de despedida y en el que nos encontrábamos sensibilidades políticas bien distintas, alguien hizo un comentario en el que destacaba la incapacidad de Arenas para dar un vuelco político en Andalucía. Dijo que el PP con Arenas no tiene nada que hacer. Nadie sostuvo lo contrario. Esta afirmación se aceptó como los creyentes aceptan los dogmas de fe. Y no me refiero a los dogmas con los que nos atiza, día a día, el arzobispo de Granada. Dogmas, dictados a ojo de cubero o arzobispo, por los que un día demoniza a quienes tengan el atrevimiento de estudiar la constitucional Educación para la Ciudadanía y, otro se pega un baño de Constitucional, para destacar la presunción de inocencia de un cura acusado de pederastia. No.

Dogmas de los de verdad; de aquellos que son principios innegables. Ninguno dijo ni confió en un milagro, por el que Arenas lograría el gobierno de Andalucía, ni siquiera encomendándose a san Luis; Rejón, por supuesto. Eso sí, alguien introdujo un matiz o puede que una pequeña maldad. Y ahora que lo pienso tras el descanso veraniego y superado el síndrome posvacacional, -si es que 14 días de vacaciones dan para síndrome, por lo que recomiendo no fumar por si acaso y que las vacaciones no duren más de 10 días para que se salve más de un matrimonio- puede que tuviera algo de razón. Su comentario fue que no debía de extrañarnos, que era normal que el PP siguiera en sus fracasos continuados, después de todo es lo que podía querer Javier Arenas. De lo contrario, hubiera dimitido. Y muy serio, y bajando la voz, añadió un secreto que explica esta forma de actuar. Y dijo: Javier Arenas es del PSOE. Nos quedamos todos chocaos. Y explicó, ante nuestras caras de asombro, que no puede ser de otra manera. Está en el pierde que te pierde y lo asume como un éxito y mi lectura, y la de otros simpatizantes, es que por alguna razón su amor político es el PSOE en Andalucía.

Pues bien, lo he pensado durante las vacaciones y puede que sea verdad, y puede también que no lo vea el ojo que todo lo ve desde la FAES. Que sea verdad, no porque Javier Arenas actúe conscientemente como Roberto Flores, ese ex miembro del CESID y suboficial de la Guardia Civil que cobijado por el todo por la patria espiaba para los rusos, sino que en el fondo sea socialista y no se entera. Sus fracasos, que son un rosario, los trasforma en éxitos y hace responsable a sus escuderos. Algo así, y salvando las distancias, que son muchas, como un Acebes para Andalucía, que pierde el gobierno y se da una pompa de la que sólo le falta darse una de pasarela por la Cibeles. Son colaboracionistas que no creen más que en su forma de hacer política.

De todas formas, y valga como consuelo para muchos, a este colaboracionismo incapaz que ata de pies y manos a su grupo y a las ideas que representa, le queda poco tiempo. La sucesión, como ha apuntado Manuel Fraga, está abierta. Quienes perdieron el poder, porque la sociedad así lo decidió y quienes su aplauso más sonado en Andalucía fue el de Rejón, no van a poder continuar haciendo de las suyas y, a la luz de las encuestas para Andalucía, Arenas va a tener que dejar paso.

Un relevo que puede tomar Antonio Sanz, como puede verse en una entrevista que publicó este diario el pasado domingo, pues cuando se le pregunta si va a ser el próximo líder del PP en Andalucía si pierde Arenas, contesta que "esa postura no está contemplada, pues va a ganar".

En fin que, como al soldado se le presume el valor y a Arenas más de lo mismo, el relevo está anunciado y en esta línea. Una pista que también se desprende de la fotografía que publicó el Diario de Sevilla ayer, pues refleja que, en el Comité Ejecutivo Regional del PP, las risas y el protagonismo eran de Sanz y un Zoido serio expresaba con su seriedad que había dejado de ser al alter ego de Arenas, si es que alguna vez lo fue realmente. El PP de Andalucía también se está moviendo para que su próxima oposición tenga la seriedad que no ha tenido ni tiene la que han practicado Arenas y sus amigos.

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