Rehenes ingenuos y arrepentidos
Los 19 misioneros surcoreanos liberados en Afganistán piden disculpas al regresar a casa
Cuando los 19 surcoreanos secuestrados en Afganistán regresaron ayer a casa, tras seis semanas en manos de los talibanes, se encontraron con un país aliviado por su liberación, pero cada vez más enfadado por la decisión del grupo -voluntarios de la iglesia presbiteriana de Saemmul- de viajar a aquella peligrosa zona, en contra del consejo del Gobierno, para dar satisfacción a su afán evangelizador. "Todos tenemos una gran deuda con los surcoreanos", afirmó Lyu Kyung-sik, de 19 años, uno de los rehenes. "Cuando pensamos en todas las molestias que hemos causado... Os pedimos perdón", dijo.
La vuelta fue incómoda. Los voluntarios cristianos llegaron de madrugada -cabizbajos, con aspecto de estar cansados y, algunos, a punto de llorar- al aeropuerto surcoreano de Incheon. Allí hablaron con los medios de comunicación, mientras mostraban las fotografías de dos de sus compañeros, que fueron ejecutados por los talibanes. "Fuimos hasta allí para llevar el amor de Dios y realizar sus deseos", añadió Lyu, que leyó un breve comunicado en nombre de todos.
Los voluntarios afrontan críticas por viajar a una zona peligrosa pese a los consejos del Gobierno
La mayoría de los ciudadanos surcoreanos pone en duda ahora que estos buenos propósitos estuvieran justificados. La imprudencia de los 23 voluntarios, que viajaron a la zona sin ningún tipo de precaución ni seguridad, ha forzado a las autoridades surcoreanas a negociar con un grupo terrorista.
Además, todo indica que la deuda que, según Lyu, han contraído con el pueblo surcoreano, es más real de lo que parece. Un jefe talibán aseguró a la agencia Reuters que Seúl había pagado 20 millones de dólares (unos 15 millones de euros) para lograr el rescate de los voluntarios. El Gobierno lo niega.
"Apreciamos la ayuda del pueblo coreano para que volviéramos con nuestras familias", dijo Lyu. La llegada a Corea del Sur puso fin a una pesadilla que comenzó el 19 de julio, cuando los voluntarios se detuvieron en la carretera entre Kabul y Kandahar para ayudar en un accidente. En ese país hay 200 soldados surcoreanos, pero está prevista su retirada. A los pocos días del secuestro, el 26 de julio, fue asesinado el pastor y líder del grupo, Bae Hyung-kyu, de 42 años. El 31 de julio fue encontrado muerto otro rehén, Shim Sung-min, de 29 años. Poco después empezaron las negociaciones entre el Gobierno y los talibanes. El 13 de agosto, los insurgentes liberaron a dos rehenes, y entre el día 29 y el 30, pusieron en libertad a los 19 restantes.
Ayer fueron trasladados al hospital de Anyang, al sur de Seúl, para una revisión, y se lanzaron en brazos de sus familiares, que les esperaban en el centro sanitario. Seo Jeung-bae pudo por fin volver a ver a sus dos hijos. "Me han devuelto a mis hijos; pensé que los había perdido, pero les he vuelto a abrazar y sé que es real que han vuelto", afirmó el padre sonriente.
Las seis semanas de secuestro conmocionaron a los surcoreanos, que daban por hecho que los rehenes iban a ser ejecutados uno a uno. Al final no ha sido así, y cada vez son más las voces críticas con la visión ingenua del mundo de la iglesia presbiteriana de Saemmul, que envió sin más a los voluntarios a una zona extremadamente peligrosa -ayer mismo se supo que tropas de la coalición y efectivos de las fuerzas de seguridad afganas mataron el sábado a 25 talibanes en Kandahar-, y puso al Gobierno en un compromiso de difícil solución. "Las dificultades no serán un problema si Dios está con nosotros", dijo el pastor Park Eun-jo en un mensaje a los feligreses en la misa dominical, en la que defendió las labores de su iglesia.
Un 30% de la población de Corea del Sur se confiesa cristiana. El país se ha convertido, tras Estados Unidos, en el segundo exportador de misioneros, con casi 17.000 voluntarios en 170 países. Y, aunque el secuestro ha puesto estos días sobre la mesa los problemas del trabajo de los misioneros en los países musulmanes, hace algunos años ya que algunos critican el celo de las iglesias surcoreanas por divulgar su fe por esas zonas.
"Los protestantes necesitan poner fin a su estilo egocéntrico y unilateral de promover su propia religión, sin respetar las diferentes creencias y culturas de aquellos a los que intentan convertir", afirmaba el fin de semana en su editorial The Korea Times.
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