Volatilidad permanente
La volatilidad ha llegado a las Bolsas para quedarse en ellas, al menos por unos meses. Desde que comenzó la crisis hipotecaria, no se ha respirado un solo día de confianza en los parqués. Las subidas, cuando las ha habido, han sido efímeras. La consecuencia lógica ha sido la volatilidad.
Los inversores no encuentran elementos que les devuelvan la tranquilidad para apostar con decisión por las compras. Y días como el de ayer, les ayudan poco. La caída de la confianza de los empresarios alemanes; también la de los consumidores en Estados Unidos; y, para rematar la jornada, la significativa bajada del precio de la vivienda al otro lado del Atlántico, impulsaron las ventas, que por sí mismas no precisan de muchos estímulos durante estas semanas.
Con este escenario, la Bolsa española abrió a la baja y así continuó toda la sesión. El Ibex perdió a primera hora el nivel de los 14.300 que tanto le había costado conservar durante las pasadas jornadas. Ya no volvió a recuperarlo. Más bien, al contrario. La sangría aumentó al final de la sesión por los números rojos con los que Nueva York despertó. El índice selectivo cerró en 14.124,8 puntos al perder un 1,26%, con lo que cayó al nivel más bajo que ha alcanzado en la crisis financiera.
Las constructoras volvieron a encabezar los números rojos, seguidas de los bancos. Una tónica repetida durante estos días, que ha lastrado sobremanera en la Bolsa española dada su composición, en la que las empresas de estos sectores tienen gran importancia. A ellas se unieron las televisiones en esta ocasión.
La unanimidad reinó en los mercados europeos. Todos, sin excepción, cayeron. El índice que más sufrió entre los grandes fue el CAC 40 francés. Y todos, salvo el DAX alemán, mostraron un comportamiento más negativo que el Ibex. En este caso, una novedad, ya que los parqués españoles han sido los más castigados desde que comenzó la tormenta financiera.
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