Si no es por la merienda...
La larga convalecencia de Cayetano -oficialmente, sigue recuperándose de la cogida que sufrió el pasado 29 de julio en El Puerto de Santa María- ha desembocado de forma inesperada en este extraño y sorprendente mano a mano entre un rejoneador y un torero que supone todo un borrón en esta buena feria almeriense y una falta de consideración hacia este serio público. Serio, pero tan conformista como tantos otros, porque de ser exigente no se hubiera atrevido la empresa a tal desafuero.
Lo cierto es que cuando la corrida se aplazó los veinte minutos que aquí se dedican a una suculenta y abundante merienda, no había ocurrido nada interesante. Hermoso de Mendoza había matado dos toros mansos, cobardones y huidizos con los que no pudo lucir sus muchas cualidades como caballero rejoneador. Y Castella no levantó cabeza ante un inválido y descastado toro de Santiago Domecq, con el que se esforzó de principio a fin pero no consiguió interesar a casi nadie. No se le vio tan suelto como otras veces; cansado, quizá.
Murube, Domecq/ Hermoso y Castella, mano a mano
Tres toros despuntados de Murube, mansos y descastados, y otros tres de Santiago Domecq, bien presentados, inválidos y descastados. Hermoso de Mendoza: pinchazo, rejón atravesado y dos descabellos (silencio); dos rejonazos (silencio); rejón trasero y un descabello (oreja). Sebastián Castella: dos pinchazos y estocada (ovación); estocada baja (oreja); dos pinchazos y media atravesada (silencio). Plaza de Almería. 23 de agosto. Cuarta corrida de feria. Lleno.
¡Si no es por la merienda...! Los tendidos se plagaron de medias noches de jamón y queso y otras lindezas, cava y pasteles, y a los dos minutos nadie se acordaba ya del cartel. Sin duda, eran más interesantes las viandas que lo ocurrido en el ruedo. Más sabrosas, sin duda, que el toreo que pudo desplegar Hermoso de Mendoza, quien hizo acopio de toda su buena técnica para salir airoso ante su primer oponente, manso de libro, distraído y huidizo, que nada quiso saber de los caballos. El lucimiento no fue posible y, además, el caballero mató mal. Mejoró algo en el tercero, con los mismos defectos que su hermano, pero la actuación del caballo Chenel en banderillas calentó el desangelado ambiente.
Se acabó la merienda. Sale el cuarto. Comienzan las protestas porque el toro es mansurrón, parado y muy inválido. La algarabía reinante parece más bien el efecto inmediato del cava frío. Castella se faja con él y en una labor de menos a más atrae la atención general con un toreo encimista, pero ligado y hondo en muchos momentos, La protesta se tornó entonces en un bronca al presidente por no conceder la segunda oreja. Otro efecto del cava...
Loco por saltar al callejón y huir a la dehesa estaba el tercer toro de Murube, con el que tuvo que emplearse a fondo Hermoso para animar a la afición. Destacó en las banderillas con caballos tan toreros como Silvetti y Fusilero, y salvó honrosamente su tarde.
Lisiado estaba el sexto; tanto, que llegó a desplomarse en el último tercio. Castella volvió a intentarlo, pero su empresa fue tan voluntariosa como vana.
Lo dicho: si no llega a ser por la merienda...
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