Lo que el fuego se llevó por delante
Jarillas, acebuches y sabinas, entre las especies dañadas por el incendio de Gran Canaria, que ha mermado el alimento del pinzón azul
El fuego que ha asolado las cumbres de Gran Canaria durante esta semana ha destruido un gran número de pinos canarios centenarios. "Estos colosos ya heridos por la explotación de la brea, lo que los ha hecho más vulnerables al ser atacados por el fuego, se han convertido en cenizas", afirma Víctor Montelongo, el biólogo y jefe de Medio Ambiente del Cabildo Insular de esta isla.
La otra gran pérdida ecológica de esta catástrofe ha sido el hábitat donde vive la joya ornitológica de Gran Canaria, el pinzón azul, una subespecie de la que quedan unas 70 parejas. Esta reliquia viviente habita la Reserva de la Biosfera de Inagua, Ojeda y Pajonales, precisamente la zona donde se inició el incendio. De hecho, los primeros en ser evacuados fueron los científicos que estudian esta especie.
El pinar, el sotobosque y los palmerales volverán a brotar en unos años
Joachim Hellmich, coordinador de las investigaciones de esta pequeña ave, volvía de su jornada de observación matutina el día en que comenzó el incendio. Había contemplado un nido donde una hembra había tenido un pollo cuando, de repente, comenzó a vislumbrar una nube de humo negro tras la montaña.
Ahora, en un paisaje chamuscado, los naturalistas han vuelto al trabajo y aunque hacen seguimiento de los daños sufridos, no saben la cantidad de bajas que se han producido, aunque han vuelto a escuchar el canto del pinzón.
Pascual Calabuig, biólogo y veterinario, director del Proyecto sobre la Recuperación del pinzón azul, asegura que la prioridad fue restablecer los lugares donde puedan beber y alimentarse. Un pastor buen conocedor del terreno ha sido el encargado de esta tarea en un espacio todavía humeante.
El pinzón vive en una de las dos zonas que conforman el núcleo de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, estatus concedido por la Unesco en junio de 2005. Compartía el frondoso bosque ahora quemado con otras especies amenazadas como el pájaro carpintero, Pica Pinos, como se le conoce en Canarias y el gavilán. "Ambas especies, a diferencia del pinzón, están en expansión y no tienen problemas de extinción", asegura Calabuig.
Para el botánico Aguedo Marrero una de las consecuencias más graves del descomunal incendio, es la posible desaparición de pequeños esbozos de bosque termófilo en los cuales volvían a rebrotar plantas jóvenes de acebuche, lentisco, almácigo y sabinas, especies que recuperaban su hábitat entre las cotas de 400 y 800 metros al no estar ya tan castigadas como antaño por la ganadería y la recolección de leña.
Los biólogos están de acuerdo en que todavía es pronto para evaluar las pérdidas y tardarán un par de años en hacer un inventario completo de los daños botánicos así como en ver qué árboles quemados exteriormente volverán a rebrotar. Según Montelongo y Marrero, en uno o dos años es probable que ya no se noten los efectos del incendio en el bosque de pino canario, porque esta especie se regenera muy rápido: ha crecido siempre entre volcanes y lavas es pirófito, es decir, resistente al fuego.
El pino canario es una de las especies vegetales de origen más antiguo y una de las primeras plantas que colonizaron el archipiélago canario. Hasta ahora se sabía que su corteza laminada, de hasta ocho centímetros de grosor, permite a los ejemplares adultos resistir incendios moderados, volviendo a rebrotar.
El sotobosque de retamas, escobones, jaras y tomillos salvajes ha sido barrido por el fuego; sin embargo, según Marrero, estas especies también tienen esa capacidad pirófita, quedando a salvo gracias al banco de semillas depositado en el suelo que germinará en cuanto llueva. Así que, según los expertos, estas matas volverán al estado previo al paso del fuego en unos cinco años.
En las zonas quemadas, existen varios endemismos, rarezas botánicas que no se dan en ningún otro lugar, como es el caso de las jarillas del pinar: la de Inagua y la Peluda. Estas se encuentran en riscos inaccesibles, según el botánico, que espera que no se hayan quemado.
Otra jarilla, la de Guayadeque, que se da en una zona denominada Cruz Grande, en las cumbres de Pilancones, en San Bartolomé de Tirajana, es también motivo de preocupación. Los palmerales quemados en la zona de Fataga volverán a recuperarse en 10 o 15 años.
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