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Curiosidad y miradas al reloj en los primeros viajes

Esther Sánchez

El tren arranca de Aravaca con paso cansino. Son las 15.51. A escasos metros se encuentra el Cercanías, que conecta con el intercambiador de Príncipe Pío, en Madrid, en cinco minutos. Dentro viajan 15 personas. Unos son los primeros curiosos; otros, trabajadores que regresan a casa. Todos controlan el reloj. Quieren saber si coger el metro ligero compensa en tiempo o no. El convoy llega a la estación de Colonia Jardín puntual: a las 16.14. Ha tardado 23 minutos en recorrer 13 estaciones desde Aravaca. Allí, los viajeros pueden conectar con la línea 10 de metro o con el metro ligero que desde ayer va a Boadilla.

Lola Reyes sube al tren en Aravaca acompañada por sus tres hijos, de 18, 12 y 8 años. "Vamos de excursión", dice. Se queja de que hay retraso en la salida. "Pone que a esta hora la frecuencia es de 10 minutos y ya se han pasado. Como vivimos aquí al lado, queremos comprobar cuánto tardamos a los cines Kinépolis", explica. A Lola no le salen las cuentas. "Si vamos toda la familia, son 10 billetes de ida y vuelta... Creo que es mejor el coche".

El billete sencillo cuesta un euro, y el bono de 10 viajes, 6,40. Ambos se pueden comprar en las máquinas instaladas en las paradas. También el combinado, de 1,75, que sirve para seguir luego el viaje en el metro convencional. Hay que validarlos en las máquinas situadas dentro de los vagones. También vale el abono transportes de la zona.

La mayoría de las estaciones están vacías. La zona de oficinas de La Finca es de las más concurridas. Suben al tren unos veinte trabajadores. "Veremos qué tal", comentan sin convicción. El tren continúa despacio y entre chirridos. A una estación de la parada final, Colonia Jardín, una señora pregunta: "¿Estamos ya? Es que es la primera vez que subo". El tren no lleva megafonía y en el cartel luminoso del interior tampoco aparece el nombre de la parada.

Quien está feliz con la infraestructura recién estrenada es Milagros Iza. Sube en Colonia Jardín. Va en silla de ruedas. Sin acompañantes. No los necesita, aunque viene desde Leganés, donde vive en un centro del Imserso. "Está muy bien preparado. He bajado en el ascensor y la rampa de entrada sobresale un poco en el andén para que podamos entrar", afirma.

Los empleados del tren le insisten para que se ate con un cinturón preparado para las sillas de ruedas. Ella declina la invitación. "Me agobia". Su intención era ir a un centro comercial de Pozuelo. Pero el tren no llega hasta allí. No le importa. "Me bajaré en la avenida de Europa. Me daré una vuelta y luego, quizá, me tome un café".

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Jesús, publicista, también toma el tren ligero en Colonia Jardín dirección Pozuelo. Él no está tan contento. El cierre de la Casa de Campo le ha obligado a buscar rutas alternativas para entrar en Madrid. "Yo me acercaba con el coche hasta la estación de metro de Lago. Pero cerraron la Casa de Campo y en Colonia Jardín no hay aparcamiento. Increíble, con la obra faraónica que han hecho", afirma. Tiene claro que no va a acortar tiempo, porque son tres estaciones más y esperar a que llegue el tren. "Pero es lo que hay", concluye, resignado.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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