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Crónica:DEPARTAMENTO DE INTERÉS URBANO
Crónica
Texto informativo con interpretación

S.O.S.W.C.

Atrás con las colas de los centros comerciales, con los odiosos carteles que restringen el uso del aseo a la clientela, con los pestilentes baños portátiles y con los siniestros lavabos de los aparcamientos. Peatón, otro tipo de baño público es posible.

Frente a la cabina sanitaria unisex plantada en la plaza de Atocha, los aseos diseñados por Nouvel en la cafetería del Reina Sofía surgen como una sofisticada alternativa abierta al público hasta la madrugada. La arquitectura fashionista, en este caso, alivia. El acceso es casi directo desde el patio y no hace falta cruzar el restaurante ni el lounge de techo rojo. No hay que enfrentarse a insidiosas miradas de empleados, ni, normalmente, a colas, aunque conviene estar atento porque las modernas puertas disimuladas pueden llevar a la confusión de género. La misma a la que irremediablemente conducen las señales creativas que han sustituido las clásicas "S" y "C". Con una copa de más es difícil descifrar si uno es tornillo o tuerca, cactus u orquídea.

La proliferación de edificios públicos en la capital no acaba de traducirse en la disponibilidad de baños abiertos a los contribuyentes. Para franquear la entrada de edificios de la administración hay que ir con el DNI por delante. Bajo las arcadas del Ministerio de Fomento se esconde una interesante excepción, probablemente la opción más recomendable para transeúntes en apuros del eje norte de la Castellana. La sala de exposiciones contigua a la estación de Nuevos Ministerios cuenta con impecables y desérticos aseos de libre acceso. La luz se activa por sensores, el mobiliario es de acero metalizado y el azulejo, gris estilo piscina.

Con amplio tocador, butacas, alfombra, exquisita iluminación, toallas y apliques dorados uno podría echar la tarde en los baños de la planta baja del hotel Ritz. Ni color con los de veteados mármoles, escueto lavabo y toalla de papel del Palace. Cerrado el pub Balmoral, los aseos de señoras del Ritz pertenecen a la rara estirpe que reivindica el tan denostado binomio retrete-bidé. Cada cabina cuenta con sendas piezas de sanitarios marcadas con la R de la casa. Bien es cierto que estos baños no son del todo públicos, pero el derecho de admisión queda disimulado tras cruzar la puerta del lobby. Un reducto de lujo ajeno al exclusivo precio de las habitaciones.

En Nueva York, una casa con vistas a Central Park no acaba de puntuar a menos que los baños también den al parque. A la caza de un aseo con vistas, el Círculo de Bellas Artes ofrece en su quinta planta una alternativa apta para contorsionistas. El modesto azulejo blanco y el triste gres se compensan con la espectacular panorámica que asoma bajo la rendija de cristal biselado. A la vista, la Biblioteca Nacional, la bandera de Colón y Torres Blancas. En Alcalá 20, además del teatro se alzan seis pisos de oficinas con baños abiertos en cada una de sus plantas. La falta de vistas se compensa con el trayecto en ascensor ovalado de hierro y espejos. Cerca, en el casino, los conserjes niegan que sus baños tengan vistas.

Calle arriba, uno de los cuidadores de los baños del Retiro, subraya las tendencias: mayoría de señoras y especial auge en la demanda a lo largo del fin de semana. A pesar de ser varón, cubre el turno de una compañera en el aseo de señoras, bien surtido de papel y jabón. "Aquí en evacuatorios trabajamos 14 personas, pero activos en el parque quedan tres baños: el del estanque, el de las estatuas y el de la casa de fieras. El más antiguo es el de los gatos, tiene más de 100 años, pero está clausurado y se usa como almacén. Ninguno de los que funcionan está señalizado", explica. Aun así el público llega y, a juzgar por las monedas de la cestita de mimbre, se muestra agradecido. Y ya puestos a hablar de baños, una pregunta con premio: ¿cómo se puede cumplir la recomendación de no perder de vista la maleta en aeropuertos y estaciones si ésta nunca cabe en el baño?

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