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Crónica:TOUR 2007
Crónica
Texto informativo con interpretación

Todo falso, salvo Hushovd

El noruego se impone en la cuarta llegada masiva, en la cuarta etapa superplana

Carlos Arribas

En Villeneuve-sur-Yonne, a 18,5 kilómetros de la meta, los papeles falsos de Jorge Semprún sitúan el nacimiento del resistente, escritor y ex ministro español; en Villeneuve-sur-Yonne, clavado como su iglesia de la Asunción desde hace siglos junto al caudaloso río que le da apellido, contaba con un minuto de ventaja la falsa fuga de Flecha. Tan falsa como las falsas sonrisas que se cruzan algunos directores cuando no pueden evitar no mirarse.

Hay algunos que dicen, y juran que no exageran, que las decisiones tácticas que determinan los aconteceres de este Tour tienen más que ver con el juego de amistades-enemistades generado en las luchas de despacho entre los ocho equipos creíbles -los franceses, también llamados por sus enemigos los talibanes, por su estrechez de miras morales, por su tendencia al anatema y a la caza de brujas- y el grupo de los 11, los demás, los increíbles, los inmorales según los ocho. Pero aunque algunos corredores apoyan esta interpretación de la historia, y añaden que la tendencia no es nueva, no hay más prueba de su existencia que su palabra, que, dado como corren los tiempos, puede ser tan falsa como falsos son los comportamientos que comentan. Por lo tanto, deberemos conformarnos con una interpretación más limitada de los efectos que el mal rollo entre los directores de los equipos, daño colateral de la Operación Puerto, ha generado en el desarrollo del Tour: hay pruebas suficientes para concluir que las costumbres de los que manejan el volante durante las etapas sí que se han visto afectadas.

"No íbamos a ningún sitio porque el final era llanísimo", dijo Flecha, que participó en una fuga

Los historiadores de la vida cotidiana del Tour hablaban, en la era moderna, de dos épocas: la primera, antes del aire acondicionado y los avances técnicos de las comunicaciones -vulgo pinganillos y móviles teléfonos-, era la de los coches danzando en un subibaja permanente, las ventanillas bajadas, la de las negociaciones a gritos y gestos de coche a coche, la de las caras de póquer e impertérritas, la de las mentiras dichas mirándose a los ojos: La segunda, que corresponde más o menos, a lo que llevamos de siglo XXI, es la de los vidrios hasta arriba, las consignas a través del micrófono, las llamadas subrepticias de móvil a móvil. A ellas, a partir de este 2007 del renacimiento del ciclismo, habría que añadir una tercera: para demostrar que se quieren, para decir a las claras en qué bando están, internamente entre los ocho y entre los once -relaciones morfológicas, diríamos- se entienden como era costumbre antes, intercambiando risas, chascarrillos y bocadillos; externamente -relaciones sintagmáticas entre ambos grupos- como en la segunda época, pura indiferencia. Y, en un tercer nivel relacional, dentro de cada coche, entre director y mecánico, se ha acrecentado el intercambio de funciones, pura necesidad: algunos directores se aburren tanto en estas etapas, tan sin sustancia, que no pueden derrotar la somnolencia de varias horas al volante a 40 por hora ni aplicándose severos, dolorosos y llamativos pellizcos. Así que intercambian asiento con el mecánico, le dejan el volante y a roncar tan guapamente. "Ayer me eché un par de siestas, y tan a gusto", confesó ayer un director puntero.

Se perdió una etapa falsa. Flecha, que entiende el ciclismo como Semprún podía entender el maquis, como un grito, un desgarro, una lucha desigual contra un enemigo siempre superior, participó en una fuga tan falsa como el anticiclón de las Azores, que juega al escondite con Francia y se niega a actuar desviando las borrascas pese a que se lo había prometido a los meteorólogos -20 grados ayer, 11 de julio, pleno verano, lluvias dispersas, nubes, viento desagradable-, sin querer, porque sí, porque estaba por ahí. "Pero, tranquilos", calmaba a su afición, "que ya sabía que no íbamos a ningún sitio porque el final era llanísimo; tranquilos, que mi participación ha sido tan falsa como la fuga, ficticia, que me he guardado muchas fuerzas para la quinta, la de Chablis, que allí sí que llegará la fuga". Hubo sprint, claro, y, obviamente, no ganó Boonen, ni Freire, que anda triste, sino Hushovd, un gigante noruego al que lanzó Dean, una bola de músculos neozelandesa. "Ha sido una liberación", dijo Hushovd. Quizás la única verdad del día junto a la clavícula rota de Zandio.

El noruego Thor Hushovd, al entrar en la meta de Joigny.
El noruego Thor Hushovd, al entrar en la meta de Joigny.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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