El cuadrilátero del rock
La proliferación de eventos musicales convierte la contratación de artistas en una puja al mejor postor. Las cifras millonarias que cobran las estrellas incrementan los precios. El público, como siempre, es el que paga.
Las cifras dan vértigo. La proliferación de conciertos, también. En algunos círculos comienza a hablarse de sobredosis, de exceso, de una competencia salvaje que dispara la cotización de los artistas y que comienza a tener consecuencias: el ciudadano no dispone del dinero suficiente para seguir el ritmo brutal de conciertos y el promotor pequeño no puede competir. Con este panorama, el verano español se ha convertido en un cuadrilátero donde se ventilan chorros de millones.
"No hay capacidad para tantos festivales y se va a producir una catástrofe" (Gay Mercader)
La contratación de los Rolling Stones, que terminaron el sábado su gira de cuatro actuaciones en España, está valorada en un millón de euros por concierto. La de Elton John, en 600.000; Björk, medio millón; Caetano Veloso, 140.000; Al Green, 100.000; Rufus Wainwright, 80.000. Éstos son los precios aproximados de algunas de las actuaciones de las estrellas musicales que visitarán los centenares de festivales y conciertos veraniegos de España. Son actuaciones que organizan, en muchos casos, las administraciones públicas. La proliferación de festivales, especialmente en el género del rock y el pop, ha acabado por desatar una auténtica batalla por conseguir a los mejores artistas. El exceso de competencia hace que los festivales luchen por fichar a los músicos en exclusiva. Y esa modalidad de contratación cuesta más dinero.
¿Cuál es su mejor oferta? Ésa es la pregunta que escucha el promotor de turno cuando trata de fichar a un artista. Como en cualquier subasta, el que paga más se queda con el concierto. Los responsables políticos de los ayuntamientos parecen haber aprendido la lección: contratar a Metallica o a Antony & The Johnsons ayuda a traer turistas, realza el nombre del pueblo, consigue repercusión mediática y, a veces, hasta ayuda a ganar votos. Pero otra cosa es la rentabilidad económica del evento en sí.
Para Gay Mercader, fundador de Gamerco, empresa líder del mercado de conciertos en España que acaba de ser adquirida por la estadounidense Live Nation, la situación creada se puede comparar con el fichaje de futbolistas galácticos. "Este país no tiene capacidad para tantos festivales y se va a producir una catástrofe", vaticina. "Aquí, cuando alguien hace algo y le sale bien, todos quieren hacer lo mismo. Lo que está pasando es demencial, los precios se han desorbitado, se están pagando delirios".
El Ayuntamiento socialista de Collado Villalba presume de haber logrado contratar a Elton John, para actuar solo con su piano, por 600.000 euros. El inglés abre mañana el Vía Jazz, un festival con cinco años de antigüedad que dura cinco días, y en cuyo programa participan también figuras como Al Green, Elvis Costello y Caetano Veloso. En el caso de este último, la de Collado Villalba será su única actuación en Europa, acompañado sólo por su guitarra.
Pero Collado Villalba no es el único Ayuntamiento que puede presumir de pagar exclusivas. El Ayuntamiento de Xàtiva (Valencia), gobernado por el PP desde hace 12 años, pagará un caché aún más elevado por Elton John, que en este caso viajará acompañado de su banda. "Queríamos lo mejor", cuenta por teléfono el alcalde, Alfonso Rus, que anunció "medio en broma", en el último mitin de la campaña a las municipales, que si ganaban traería a Elton John al pueblo.Fue la versión rock del anuncio de la llegada de la fórmula 1 a Valencia si el Partido Popular ganaba las elecciones. La ilusión de Rus, que tocaba la batería y aún le pica el gusanillo de la música, era traerse a los Rolling Stones. Pero necesitaba un recinto con capacidad para 30.000 espectadores como mínimo, y no lo tenía. Su escenario estrella, una plaza de toros cubierta con capacidad para 8.000 espectadores (6.000, si se trata de un concierto), no daba para tanto.
Ni Xàtiva ni Collado Villalba, dos municipios que no superan los 60.000 habitantes, son una excepción en el actual panorama musical español. Las grandes agencias del sector -William Morris Agency, Creative Artists Agency e International Creative Management se cuentan entre las más importantes- se reparten el mundo. Sus sedes se encuentran en Estados Unidos y Reino Unido, pero disponen de agentes en muchas ciudades europeas. Las agencias se encargan de firmar acuerdos con los artistas sobre el número de conciertos que programan en las giras que van a realizar a lo largo del año, y ellos rellenan los huecos, según la demanda de cada país.
Björk presentará su nuevo álbum, Volta, en Bilbao, en la explanada del Guggenheim, recinto con capacidad para 12.000 personas; actuará también en la plaza de toros de Las Ventas (18.000 personas) y en el idílico escenario del Patio de la Herrería de La Granja (Segovia), con capacidad únicamente para cerca de 1.600 espectadores, dentro del programa del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León. El precio del espectáculo de la artista islandesa se acerca al medio millón de euros. Aproximadamente la mitad de lo que se paga a los Rolling Stones, la banda con uno de los cachés más altos del mundo, que cerró el sábado su gira española en El Ejido.
Pero no todos los programadores viven del estrellato. Basta echar un vistazo a la abrumadora lista de festivales que se celebran este verano por toda la geografía española: entre julio y agosto, hay más de un centenar. Entre ellos hay certámenes que arriesgan por artistas innovadores y desconocidos. Pero tampoco a ellos les resulta fácil completar la programación. Promotores privados y algunos programadores de festivales denuncian lo que consideran un exceso. Saúl Presa, de Partenope Producciones, sostiene que no se trata sólo de una cuestión de dinero, sino de cultura: "Vivimos en el capitalismo y nos ajustamos a las leyes del mercado. Pero, en muchos casos, se paga con el dinero del contribuyente sin tener en cuenta el baremo de la venta de entradas. Así no se crea público ni se ayuda a los grupos: simplemente se lanzan fuegos artificiales. No es habitual, salvo excepciones, que en países como Francia o Reino Unido los grandes conciertos los organicen los poderes públicos. Es curioso, pero algo parecido a lo que ocurre aquí está empezando a producirse en algunos países de Este".
Para Álvaro Ruiz, director del madrileño Festimad, la situación actual recuerda a lo ocurrido durante los ochenta, cuando los ayuntamientos, empezando por el de Madrid con Tierno Galván, empezaron a fichar a los artistas, aunque sin la obsesión actual por las grandes figuras. Aquello acabó por romper el mercado.
Para Paco Martín, director de La Mar de Músicas, que este año celebra su 13ª edición en Cartagena (Murcia), lo que está ocurriendo es "una locura". "Seguramente somos el país de Europa que más dinero paga por los artistas", dice. "Hace un par de años que nuestro festival sufre esta situación, aunque en nuestro caso, el de las músicas del mundo, la situación resulta mucho menos grave. Tenemos a Youssou N'Dour, pero buena parte de los artistas que pasan por Cartagena son casi desconocidos. Desde el principio, el festival se centró en descubrir nuevos talentos y nos va bien remarcar una postura diferenciadora".
Sergio Muñoz, del Festival Cultura Urbana de Madrid, dedicado al hip-hop, un género en alza que ya empieza a pujar alto y a sufrir los vaivenes del mercado, se muestra conciliador. Se decanta por que programadores y promotores establezcan unas mínimas reglas del juego. "La competencia no tiene por qué ser siempre feroz", dice. No se muestra tan seguro Gay Mercader. Su idea, y lleva más de 30 años haciendo conciertos, es que se trata de algo cíclico. "Las cosas siempre han funcionado de la misma manera, lo que ocurre es que ahora se han complicado más con la masiva presencia de festivales. No sólo los de aquí, sino también los que se hacen en otras ciudades europeas". Su política es sencilla: "Pagar el precio que nos parece conveniente. Las tarifas desorbitadas se las dejamos para quien quiera abonarlas. En la empresa privada no se arriesga tan fácilmente". El promotor de rock, añade Mercader, es una especie en extinción. Como resumen del momento actual elige una frase de su amigo Keith Richards: "Éste es un negocio de pirañas".
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