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Reportaje:

Míster Calamidad viste de negro

New Zealand rompe el 'spinnaker' cuando iba en cabeza y Alinghi se adelanta en la final

Tres, dos, uno, cero. Se reanuda el espectáculo.

Jeo Lomas cabalga en la punta del tangón. Con una mano se agarra al gigantesco palo de carbono. Con la otra, manipula el gran globo rojo. Está a 10 metros sobre el mar. Sólo se oye el rugido de los mástiles y las olas que le llenan los ojos de mar salada. Cuando los abre, de sus manos se ha escapado la tela. Sus ojos no ven el globo rojo, desaparecido por la magia negra. Todo lo que ve alrededor es azul, y eso no es bueno. El globo rojo, el spinnaker, ha explotado, el tangón ha salido disparado y el proa Lomas, agarrado como a un caballo salvaje de los rodeos, aguanta el tipo en la punta del tangón, a su capricho. Un trozo del rojo spinnaker flota en el agua, otro trozo flamea como una bandera, ninguno de los dos vale para avanzar un metro. New Zealand, lanzado a por su tercera victoria, empieza a caminar hacia atrás. Alinghi no tiene que hacer nada para ganar, sólo no cometer errores.

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La situación es desesperada. Todos los fantasmas se les aparecen una vez más a los hombres de negro, a los kiwis, que en la final de 2003 rompieron por dos veces el barco ante el mismo rival. Esta vez son las velas. Ya les ocurrió en la tercera regata, la regata loca, cuando la arriada del spinnaker se les enganchó en una polea y tuvieron que dejar el trapo sobre la cubierta a merced del viento; perdieron casi 100 metros y la regata la ganaron de milagro en la última empopada; les volvió a ocurrir en la cuarta regata con la trinqueta y con el spinnaker que tardaba en desplegarse. Ayer, en la quinta, otra vez una tragedia con las velas.

New Zealand había realizado una salida triunfal tras jugar al escondite con Alinghi. Cada día, estas dos tripulaciones nos obsequian con una suerte diferente. Ayer, una presalida esquivando barcos como en los tiempos prehistóricos de la Copa en el siglo XIX. Por primera vez, New Zealand salía con cinco segundos y 30 metros de ventaja.

En una recta interminable, llegaron a la primera baliza con 12 segundos de ventaja para New Zealand. Los suizos, con la lección aprendida de la regata loca, han dejado las veleidades para los entrenamientos. No arriesgan ni perdiendo. Esperan al error, esperan a New Zealand. Los kiwis cubrían bien su ventaja a favor de viento. Soplaba a unos 15 nudos, lo que, dicen, favorece al barco suizo; pero nada sucede como en la teoría. New Zealand aguantaba. El globo rojo de los kiwis iba bien hinchado, pese a que una cámara indiscreta descubrió un agujerito. Lomas se encaramó al tangón y empezó a hacer bricolaje. En plena faena, el agujerito se rasgó y partió en dos el globo. Lomas no había llegado a tiempo para cortar el spinnaker y lanzarlo al agua. No fueron segundos, fueron largos minutos que dejaron a New Zealand, Míster Calamidad, 180 metros detrás. Su situación era patética: tres spinnaker en el barco y ninguno como Dios manda. Los hombres de negro, fríos, sobrios y prácticos, siguieron peleando, pero estaban muertos. Al Alinghi le faltan dos victorias para seguir con la copa.

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