El triunfo del 'kozonac'
Todo comenzó por un regalo imposible de envolver. A Cornelia Luminita Tecu, traje negro entallado y labios rojos, le cedió su padre un terreno en Bucarest. Pero sin casa. Un problema, porque Tecu, entonces enfermera, no tenía dinero para construirla. En 1997 decide emigrar a España con su marido y una niña de cuatro años. Tenía 28 años.
"La idea era ahorrar y regresar", se ríe ahora junto al escaparate de su tienda de bollería rumana, "entre otras cosas ricas". Ahorró, pero no ha vuelto. Empezó como asistenta en casa de una anciana con cáncer de huesos. Después limpió de casa en casa durante cinco años. Hasta 2001. Entonces, con el dinero arañado a cada mota de polvo recogida, abrió su primer establecimiento. "Era una tienda pequeñita", explica Luminita Tecu -usa su segundo nombre de pila-. Ahora ya piensa en alquilar una nave industrial para distribuir productos rumanos. Al otro lado de la calle, el dueño de un bar le hacía la vida imposible: "Le molestaban los rumanos". Al final "quien tuvo que cerrar su negocio fue él", comenta con una sonrisilla reivindicativa. Tecu emplea a otros cuatro trabajadores rumanos en su tienda de Coslada.
La especialidad de la casa es el kozonac, un bizcocho alto, rectangular y relleno de cosas. "En las fiestas especiales vienen a buscarlo desde Valencia o Toledo", cuenta orgullosa. En esas fechas, Tecu mantiene "el horno abierto toda la noche". La reforma de la tienda, para la que ha solicitado un crédito de 60.000 euros, la ha ideado ella "solita".
Luminita Tecu ya no piensa en regresar a Rumania. Su hija es ahora una adolescente. "¡Sabe pronunciar la zeta!", dice su madre con asombro.
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