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Debate de investidura
Columna
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El liderazgo necesario

No podía ser de otra manera y no lo fue. El debate de investidura de Francisco Camps para su segundo mandato en la presidencia de la Generalitat se convirtió en un puro trámite, una faena de alivio político. Rápida y desustanciada. Resumen y epílogo de la legislatura que se fue. Y, ojalá no, un anticipo de los próximos cuatro años. Estaba claro, tras el resultado de las elecciones, que Camps actuaría como el líder desacomplejado que ahora se siente, que Ignasi Pla estaría lastrado por su condición de interino y que a Glòria Marcos le pesaría la bronca de Esquerra Unida. Todo eso era evidente. Como lo era que la cercanía de las elecciones generales gravitaría sobre todas las intervenciones. Pero no tanto.

No hasta el extremo de que el presidente de la Generalitat no asumiera en sede parlamentaria ningún compromiso para esta legislatura o que no diera la menor pista sobre la reorganización funcional del Consell que llevará a cabo. No hasta el punto de ofrecer a la oposición un consenso consistente en la aceptación del programa del PP o la nada. Y no, desde luego, en el sarcasmo y la crueldad que supuso la invitación a Pla a "liderar el discurso socialista de los próximos años".

El presidente estuvo sobrado de adjetivos y de consejos paternalistas, pero muy discreto a la hora de hablar del futuro. Apenas una mención a su disposición a "asumir liderazgos territoriales", de los que algo se intuye en su decisión de entrevistarse con el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, para tratar la financiación autonómica. Una cuestión en la que lleva razón, pero que debió prever cuando se redactó el Estatut y que no debió despachar con displicencia cuando Ignasi Pla le ofreció un acuerdo de futuro.

La soberbia es el mayor riesgo que corre Francisco Camps en esta legislatura recién estrenada. Está sobrado de apoyos y, por lo visto ayer, de momento no tiene oposición. Pla, que mantuvo el tipo con dificultades, está de retirada y Glòria Marcos realizó un discurso que, siendo caritativo, cabe calificar de poco afortunado. La debilidad parlamentaria del PSPV y del Compromís no es una buena noticia para nadie, ni siquiera para el PP.

La Comunidad Valenciana tiene ante sí el mayor y más apasionante desafío de los últimos tiempos. Los eventos impulsados por el PP pueden representar mucho o quedarse en nada en el futuro. El ciclo del ladrillo, que tanto ha supuesto para la economía, está mostrando signos de agotamiento. Otros son los retos y otras las exigencias a los dirigentes políticos. El victimismo puede ser pan electoral para hoy y hambre para mañana. Es necesario un liderazgo que ayer ni se vislumbró en las Cortes Valencianas. Camps debe gobernar. Ya nada se lo impide.

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